Cody Rhodes vs. John Cena: Fuera máscaras

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26-04-2025
No fue solo Roman Reigns declarando que Trump era un gran líder, ni John Cena diciendo que a pesar de todo lo que hizo, amaba a Vince McMahon.

¿Cuál es el límite para la mala lucha libre? Me hago esa pregunta, mientras miro la pantalla, y me rio de manera descontrolada. Tal reacción solo me la puede dar el que considero uno de los peores finales para un evento de lucha libre que vi en vivo, desde que me metí de lleno en este deporte hace 11 años. No puedo asegurar con certeza que es el peor final de la historia para un evento, o para un WrestleMania, pero en ese momento, no pienso en otro final de alguna otra edición, sino que me mantengo lejos de todo lo que representa. Lo que tiene Cody Rhodes vs. John Cena para mí, es que es la muestra de todo lo que no tengo que ver, consumir, entender, y ni siquiera intentar discutir. Me da gracia la imagen de Cena ganando su decimoséptimo campeonato, mientras Cody está en el suelo tirado. No porque

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Travis Scott haya sido la infame celebridad que le ayudo a ganar, sino por lo que para mí es una metáfora involuntaria en el final de WrestleMania 41.

Cody, para mí, fue un técnico muy cuestionable en términos de presentación. Al ser la lucha un deporte muy progresivo desde el comienzo de su historia, siendo el entretenimiento y el ocio de los trabajadores y con lo que se sentían representados, la figura de Cody se veía como una contradicción. El padre del excampeón era nada más ni nada menos que Dusty Rhodes, quizás el epítome de lo que era el luchador para el “common man” estadounidense. Dusty tenía una panza grande, no se veía como el atleta del día, pero era duro cuando tenía que serlo. Se divertía, bailaba, gozaba con el cariño del pueblo, pero siempre luchaba en contra de los rudos más rudos, que se vestían con los mismos trajes de marca

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que ahora usaba Cody. La mera existencia del excampeón, al menos para mí, hacía más obvia la diferencia entre él y su padre, y como la presentación de Cody tenía cada vez menos alma. La lucha libre nos enseñó a desconfiar del tipo con traje, por eso, para mí, Cody era un luchador corporativo, independientemente de los intentos de Triple H de plantearlo como otra cosa.

► ¿Un tipo rubio, alto, y blanco que se veía más como Homelander que como su propio padre, abrazando a la empresa de lucha libre más maligna y corrupta posible?

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Era la definición de un rudo, pero en la WWE de TKO, por alguna razón, no lo era. Y es eso lo que me trae a mi siguiente punto. Cody era más que el mayor técnico de la compañía, sino un representante directo de la visión de TKO, donde ellos eran los multimillonarios “buenos” porque habían sacado a patadas al tipo malo (que para nada tenía conexiones con nadie trabajando en la empresa actualmente, como Paul Levesque) y habían hecho a WWE grande de nuevo. Cody, para mí, era la personificación de

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TKO, una serpiente pretendiendo ser un conejo, un rudo pretendiendo ser técnico, y haciendo que la gente juegue con él.

TKO reporta $2.804 mil millones en ingresos en 2024

Míralo todo

TKO hablaba a través del caparazón de su Campeón Mundial, Cody, y eran perdonados de todos los pecados cometidos dentro y fuera del kayfabe por lo que habían hecho con la WWE que se veía semanalmente. Cuando estábamos en la temporada de WrestleMania 40, y quería preguntar por la demanda de Janel Grant, me callaban múltiples voces afirmando que ese reclamo no tenía nada que ver con el producto, y que no representaba el movimiento #WeWantCody que estaba en la cresta de la ola. Cuando pregunte por qué Levesque estaba junto a Donald Trump,

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en el medio de su campaña presidencial, la gente quería que hable de todo lo que no sea política. Cuando pregunte por qué Levesque estaba detrás de Linda McMahon en su discurso apenas Trump gano las elecciones, la gente no quería hablar de eso.

Pero lo que es poético acerca de esta lucha, de este evento y de esta compañía, casi en un sentido trágico, es que terminamos hablando de política de todos modos, porque así lo quería WWE.

Recuerdo cuando Elon Musk hizo su infame discurso en donde soltó un “Sieg Heil” para celebrar la victoria de Trump en las elecciones. En redes sociales, la gente no podía creer lo descarado de Musk haciendo tal gesto sin castigo alguno, con total impunidad. Algunas personas se indignaron, pero otras no lo hicieron porque sabían exactamente de quienes estábamos hablando. En el medio del sonido tan abrumador de las redes sociales, una frase llego a mis oídos y se quedó en mi cabeza durante mucho tiempo.

► «¡Fuera máscaras!”

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Esa frase, se refería a algo muy simple. La

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fachada que se habían encargado de construir los mayores representantes de la ultraderecha estadounidense en el mundo estaba empezando a desaparecer, porque ahora, con el poder, tenían la potestad de hacer y decir lo que quisieran, y ser quienes realmente eran. Así fue como, en la semana posterior a ese discurso, me encontré hablando de los mismos tópicos en cuanto a política y lucha libre. Esos dos mundos se estaban entrelazando más que nunca, y cuando quería darme cuenta, hablaba de MAGA para referirme a Hulk Hogan en la premiere de RAW en Netflix. Hablaba de minorías para referirme a los talentos negros o de la comunidad LGBT+ en el régimen de Levesque, que no encontraban lugar en la programación, pero sí la figura del “chico blanco de la semana” en Logan Paul. Hablaba de discursos de ultraderecha, cuando analizaba la figura de Pat McAfee y como su pódcast llegaba a esas audiencias. Entonces, cuando llego la semana de WrestleMania, todo empezó a tener sentido.

No fue solo Roman Reigns declarando que Trump era un gran líder,

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ni John Cena diciendo que a pesar de todo lo que hizo, amaba a Vince McMahon. Ni siquiera fue Levesque, que de manera mediocre le pedía a su propio público que deje de criticar la calidad de lo que vendía. Para mí, lo que delato que las máscaras estaban fuera, fue la compra de WWE a AAA, y como sucedió al mismo tiempo que la victoria de El Grande Americano, por encima de Rey Fénix, mientras el mayor representante de la empresa mexicana, el Hijo del Vikingo, veía en primera fila el abrumador destino de su hogar, acompañado de Dana White, principal seguidor y militante de Trump. Esa visual, como aprendí a lo largo de la historia de esta empresa, no era una coincidencia, ni un alineamiento de los planetas. Era WWE poniendo su pie en el cuello de AAA, demostrando sin sutileza lo que pensaban, y lo que sentían.

¿Entonces, que tiene que ver todo esto con la lucha libre, o el Main Event de WrestleMania 41?

Como declare, vi a Cody como la manera de TKO de ganarse al fan de la lucha. Haciéndoles sentir parte de una comunidad, un movimiento, o una nueva era. Este fue el mensaje del primer capítulo de RAW en Netflix. TKO era vista

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como esta entidad que no podía fallar, y los fans estaban volviendo a decir que “la lucha libre era cool”, ya que ahora tenían una corporación que no los trataba mal por ser fans de un deporte guionizado y estigmatizado por las grandes audiencias del mainstream.

Los fans todavía eran víctimas de una forma de rechazo universal de la gente normal, y TKO, como el diablo que pocos pudieron ver, se aprovechó de esa condición para hacerle creer a la gente que los billonarios eran los tipos buenos, porque el mejor tipo que conocían, Cody, estaba siempre de su lado. TKO alimento a los fans con un producto que se estaba poniendo más podrido, historias que no llegaban a nada, situaciones que hacía falta discutir (como el estado de la división femenil) y obvias prácticas corporativas inmorales que pasaban por debajo de la alfombra. Los fans no querían hablar de todo eso, porque WWE era cool de nuevo, y porque ya no tenían miedo de ser quienes eran.

► Estaban viendo “cine” después de todo

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Cine, que giraba para todos lados y nunca llegaba a una dirección concreta. Cine, que tenía incontables cambios en el momento del rodaje y una continuidad que dejaba mucho que desear. Situación irónica, teniendo en cuenta lo que iba a pasar en poco menos de un mes. Los fans fueron tontos, inocentes, y muy necios como para darse cuenta qué estaba sucediendo, y hasta la escritora tuvo discusiones con amigos que defendían de manera incondicional a la empresa que les daría la espalda, solo porque creían en quienes les habían dado una identidad, un falso sentido de superioridad por encima del “otro lado y una burbuja en la que entraban y no salían. Los fans fueron lo suficientemente incrédulos para olvidar la única cosa que WWE les enseño en todas sus storylines. La regla universal de todas y cada una de las historias de Triple H, tanto en su actual régimen como en su etapa de NXT Black and Gold.

Cada buen técnico esconde un “lado oscuro”.

Cuando el campeón corporativo, Cody, fue derrotado por Cena en el evento principal de WrestleMania 41

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en el final más gracioso y trágico que vi en mi vida, me quede sin palabras. Me pare en frente de mi pantalla, y me di cuenta qué estaba sucediendo: las máscaras estaban fuera. TKO hizo lo que tenía que hacer, le lavaron el cerebro a los fans haciéndoles creer que sabían como se movían los hilos de la historia, y lo importante que era el éxito económico de una empresa que no solo no estaba dispuesta a darles un centavo, sino que tenía la audacia de subir el precio de los boletos a sus funciones, y gritarlo en frente de su cara para gozar de haberlos estafado. El campeón corporativo había sido derrotado por la entidad corporativa, más maligna que lo que pensaban que era los fans de WWE. Más despiadada que nunca. Una entidad que no le importaba el valor del “wrestling”, y que habían hecho una transición suave a volver a llamarlo “sports entertainment”. TKO, en la representación total del cuento de la serpiente y el señor mayor, chupo la sangre del fan de WWE, se vanaglorió del éxito monetario que consiguió a su costa, y le escupió la cara en el escenario más grande.
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Dejando en claro, que no importaba que el “tipo malo” se haya ido. El organismo a cargo de la mayor empresa de lucha libre a nivel global le demostró al fan que no le importaba a nadie, y que si pudiera, lo humillaría una y otra vez para alcanzar una pizca de la fama “mainstream” que tanto quieren y ansían. Pero lo más trágico de todo esto, es que no van a conseguir tal cosa, sin importar que hagan. Las redes sociales no son la vida real, y las interacciones compradas solo van a lograr que te encierres en una burbuja artificial que no representa la realidad, sino algo que piensas que es cierto. La realidad es que WrestleMania 41, independientemente de los números que genero en redes sociales, no llego al Top 10 Global de Netflix, después de solo 4 meses de estar en la plataforma.

Cuando te preguntes cuál es el límite para la mala lucha libre, no hables de lo económico, no hables de lo luchistico, ni siquiera hables de lo personal. Solamente mira este evento, y mira esta lucha.

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Mira como una compañía se encarga de hacer su existencia un producto para vender. Mira los cortes comerciales en el medio de un PPV, mira como incluso en el evento principal, TKO no tiene problema alguno en hacerte saber que tienes que consumir el producto del sponsor que pago para estar ahí. Observa como no hay moral que valga o intento en hacer que el fan se sienta importante. En el evento principal de WrestleMania 41, solo hay política en juego, porque TKO se sacó la máscara, y le puso una de payaso al fan.

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