Los ratings sí importan: WWE y un desastre que se repite
En 2001, el panorama de la lucha profesional en Estados Unidos cambió drásticamente. ECW se fue a la quiebra, mientras que WCW fue comprada por WWE, empresa que se convertía en una especie de monopolio de facto.
Sin embargo, y a pesar de las previsiones, el número de aficionados a la lucha disminuyó considerablemente. Tanto, que WWE sobrevivió sólo porque ya no tenía una competencia fuerte (lo intentaron WWA y TNA).
Pero nada es para siempre. La lucha profesional es un deporte muy volátil. La mayor parte de los fans son eventuales, cíclicos, pues quienes no se enganchan con su magia encuentran pronto que puede ser muy repetitiva y predecible, a diferencia de otros espectáculos deportivos.
Y a veces hace falta cometer un pequeño error para perder mucho de lo ganado.
En 2001, los fans estadounidenses se alejaron de la lucha… Pero no lo hicieron por la desaparición de WCW; ésta se encargó de mandar a sus seguidores con WWE desde dos años atrás gracias a un manejo creativo lamentable. Tampoco por la desaparición de ECW, pues si bien de que ahora se le percibe, románticamente, como una gran empresa, en su tiempo tenía una audiencia menor que NXT.
El gran error de Vince McMahon fue convertir a Stone Cold Steve Austin en un rudo en WrestleMania X-7.
Esa traición de Austin no fue poca cosa. Vince McMahon le dio una silla con la que impactó dieciséis veces a The Rock para vencerlo. Cada sillazo era una puñalada para los fans que en los últimos años se habían fascinado con la rivalidad entre Stone Cold y McMahon. Millones de personas se habían convertido en aficionados a la lucha gracias a Stone Cold.
En masa, los fans dejaron de ver WWE. Dejaron de ver la lucha en general. El boom se acabó en un segundo.Anuncio
En esos tiempos, la principal fuente de ingresos de WWE eran los PPVs. En enero, Royal Rumble había tenido 625 mil órdenes. En febrero, No Way Out (The Rock vs. Kurt Angle; Stone Cold vs. Triple H) obtuvo 590 mil. WrestleMania X-7 tuvo 1 millón 40 mil. Un mes después, la caída fue enorme, pues Backlash apenas alcanzó 375 mil con Stone Cold y Triple H vs. Undertaker y Kane.
Los ratings también sufrieron una baja, y de los 6 puntos que promediaban un año antes, en 2001 bajaron a los 5 y a los 4. Nunca volverían a los niveles de la Attitude Era.
El fracaso de Stone Cold como villano dejó huella en Vince McMahon, quien pensó que fue el cambio en sí lo que provocó el rechazo. Es por ello que, desde entonces, se ha impuesto la regla de no convertir a sus chicos principales en villanos. Por eso nunca vimos a John Cena rudo ni a Roman Reigns rudo, aunque de que los fans clamaban por ese cambio. McMahon no se dio cuenta de que lo que el público no soportó en el caso de Austin fue específicamente la alianza con McMahon.
¿Pero hubo ahora otro error similar?
Todo indica que así fue. Y también fue una mala decisión creativa.
La noche en que Roman Reigns anunció que tenía leucemia y debía alejarse del ring fue el momento clave. Específicamente la traición de Dean Ambrose a Seth Rollins al final del programa. A McMahon no le gustan las victorias de los buenos, pues un truco en este negocio es mantener siempre el conflicto. Pero en este caso se pasó de la raya.
El público había sufrido al conocer la noticia de Reigns. ¿Qué de malo tenía que terminaran la noche con una alegría? La traición de Ambrose fue, como la de Austin en su momento, una puñalada trapera.
Y así lo narramos en nuestra cobertura:
«Los aficionados reciben un bajón tremendo. No pueden creer la traición que están presenciando.
«Medio mundo está al borde del llanto. Una traición así era innecesaria en una noche en la que la noticia de Roman Reigns había conmocionado a todos».
A partir de ese día, Monday Night Raw se volvió un mundo distópico, oscuro. Como lo hemos dicho en las coberturas, ya no hay héroes. Los villanos toman todo y destruyen todo. Raw dejó de ser una opción para liberar el estrés; se convirtió en una fuente de estrés.
El pasado lunes, McMahon quiso dar un giro de timón, prestándole a Seth Rollins la voz de los fans para admitir que el programa apesta. Sin embargo, el daño está hecho, y aunque se programó nada menos que una lucha en modalidad TLC como evento estelar, el público ya se ha alejado.
Es común escuchar a los fans casados con WWE decir que los ratings no importan en esta era, lo cual es una mentira. Lo que ya no importan son los números de PPVs, pues estos fueron sustituidos por el WWE Network. Sin embargo, antes los PPVs eran su principal ingreso, y ahora el Network no lo es. Su principal fuente de ingresos son los contratos televisivos.
Muchos lectores argumentarán: “Yo lo veo por streaming pirata”, pero eso no significa nada, porque los únicos números que le interesan a WWE son los que haga en el territorio de los Estados Unidos, donde es más arriesgado emitir o ver streamings debido a las leyes, y por eso los números estimados de personas que ven WWE o UFC por este medio son minúsculos.
Lo que importa son los ratings en la TV.Anuncio Y lo que mantiene fuerte a la TV en esta era son los eventos deportivos en vivo.
Por eso siguen pagándose cantidades estratosféricas por los derechos de transmisión. Y por eso WWE logró grandes contratos con USA Network y con FOX.
Sin embargo, los ratings actuales son preocupantes en cara a su próximo cambio a FOX. Con USA Network no hay tanto problema, pues es un canal de TV por cable que vivió tiempos mejores, y Raw sigue siendo su programa estelar, a pesar de que sus números cada vez se acercan más a los que tenía TNA en 2010.
Pero en FOX, al ser televisión abierta, lo que esperarán los ejecutivos es que los números de audiencia de SmackDown Live se tripliquen. De no lograrlo, podrían enviar el programa a un horario inaccesible en espera de que se termine el contrato. Eso si no existe una cláusula para cancelarlo por baja audiencia.
Los ratings sí importan. Y en la ficción no es buena idea dejar que siempre gane el mal.
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