WWE Netflix

WWE en Netflix: El eterno deseo de ser como la NBA y la NFL

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08-01-2025
El debut de Raw en Netflix se trató de otro burdo intento por parte de WWE de querer pertenecer al panteón deportivo al que sólo tiene acceso la NBA y la NFL

El debut de WWE en Netflix buscó impulsar a la promotora al ansiado escalafón mainstream del entretenimiento estadounidense. Sí, WWE es en esencia popular, pero la intención detrás de la presentación en Los Angeles y con los sponsors, los famosos (que, por cierto, no eran top seniority) y la parafernalia republicana fue la de ubicar a WWE al mismo nivel que la NBA y la NFL. No es para menos, las grandes plataformas de streaming apuestan a los deportes porque sus transmisiones son las más lucrativas, a diferencia de las series y películas que en su mayoría generan importantes pérdidas.

Sin embargo, el sabor en la boca que dejó el flamante Monday Night Raw stremeado fue agridulce, porque no dejó de sentirse como una WWE incómoda ante el desafío de convertirse, en definitiva,

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en un producto mega popular. No buscamos un malentendido con el lector, WWE sí gozó de flashes de popularidad con la Hulkamania y Attitude Era, pero fueron picos que duraron con suerte cinco o seis años. Lo que buscan WWE y Netflix es posicionar a la lucha libre como una franquicia similar a los deportes reyes en Estados Unidos y dejar de ser la oveja negra del entretenimiento.

► Porque la puesta en escena es del mejor nivel

Y el acuerdo por 5 mil millones de dólares es uno de los más importantes en la historia de las transmisiones deportivas, pero cuando se trató de enfocar a famosos en el flamante RAW no aparecieron ni Leonardo DiCaprio, ni Taylor Swift, ni Kendrick Lamar, sino que mostraron a comediantes como Gabriel Iglesias y Michael Che, además de actores de segundo nivel como Ashton Kutcher y Macaulay Culkin. Lo de este último fue sorprendente porque su hermano Kieran, que es una mayor estrella gracias a Succession también estaba presente, pero no fue destacado. Todavía hay algo de taboo en ser fan del pancracio.

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El show duró tres horas y sólo hubo cuatro luchas. Más bien se trató de un evento dedicado a los accionistas, quienes fueron endulzados primero por Paul Levesque, el cual no desperdició ninguna ocasión para restregarle su éxito a Vince McMahon, y luego por Dwayne “The Rock” Johnson, que descartó su personaje de Final Boss y mandó al tacho todo lo que construyó con Cody Rhodes, con quien se dio un abrazo fraternal como si la amarga disputa del año pasado nunca hubiese ocurrido.

Lo de Triple H no es una fantasía del autor sino que es la realidad. WrestleMania XL fue lanzada como la primera de la era Levesque, el político de la lucha libre más exitoso de todos los tiempos. Si WrestleMania XL fue el puntapié inicial para desterrar a McMahon para siempre, el debut en Netflix con la narración en off del mismo Levesque sobre la historia del pancracio, seguida por la rimbombante aparición en el centro del ring, fue el anteúltimo clavo que el legado de McMahon necesitaba para ser sepultado por la nueva WWE todavía más corporativista.

► ¿El último clavo en el ataúd?

Hulk Hogan, que no tuvo mejor idea que aparecer en público, fue abucheado por los espectadores que hubiesen vitoreado hasta a Disco Inferno. Incluso para una generación bastante sencilla de complacer hubo límites. Hogan, que vino a destacar el convenio que su marca de cerveza firmó con WWE, se llevó un chasco cuando no encontró a ningún hulkamaniaco a su favor.

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Es interesante notar que WWE y UFC, que comparten tantas cosas en común, tienen una única diferencia importante que es la orientación política de sus aficionados. UFC es republicana y WWE es liberal.

McMahon soñó toda su vida para que WWE llegara al punto en el que se encuentra ahora. Como él mismo dijo, WWE es más que lucha libre, es entretenimiento deportivo. El pico más alto de la parte teatral fue con la contienda de Roman Reigns y Solo Sikoa, mientras que la más deportiva fue la estelar entre Seth Rollins y CM Punk. También estuvo presente John Cena, quien buscará retirarse por todo lo alto y su primera parada será Royal Rumble.

No es casualidad que WWE muestre a Cena como la NBA exhibe a Michael Jordan o la NFL a Tom Brady. Pero por más que lo intenten, el luchador más popular de la historia es un texano tomador de cerveza que golpeaba a su jefe. ¿Puede la lucha libre estadounidense convertirse en una franquicia? La intención existe, pero todo depende de la respuesta de los aficionados.

En UFC la Superestrella puede surgir de alguna de sus múltiples divisiones

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y necesita ganarle a sus rivales de forma espectacular. En el fútbol, la estrella es la que juega mejor. Lo mismo pasa en el basquet, el fútbol americano, el béisbol, etc. Sin embargo, en la lucha libre la estrella es la que conecta con el público. No se puede decidir a la cara de una promotora en base a estadísticas o a la cantidad de luchas que ganó. Es más complejo.

WWE se enfrenta a una espada de doble filo con la apertura de la era Netflix. O se transforma en una franquicia del mismo calibre que la NBA o NFL, o vuelve a chocarse contra la pared que la alejó toda la vida de aquel panteón con el que eternamente soñó McMahon.

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