Poco y nada de A-sombrose-o
Es 19 de junio. Estamos en el evento estelar de WWE Money in the Bank 2016, Roman Reigns y Seth Rollins se enfrentan en un duelo que tiene a todos pegados a la pantalla. Todas las expectativas están puestas en el retador, que tras una ausencia de nueve meses, su vuelta se antoja tan esperada como refrescante para la órbita titular del Campeonato Mundial Completo WWE. Con el poco tiempo de reinado del «Emperador Romano» y el imponente regreso del «Arquitecto», la lucha se torna impredecible, pero todos cruzan los dedos para que el hombre que hacía poco menos de un año se había visto forzado a renunciar a ese mismo título, volviera a tenerlo en su cintura. Y lo hizo. Rollins retornó, reclamó y re-conquistó, una eufórica victoria que…
Domingo 11 de septiembre, día de la conmemoración de la caída de las Torres Gemelas, pero también WWE Backlash 2016, el primer evento PPV de la Nueva Era. Es el plato fuerte de la velada, donde el Campeón, Dean Ambrose, defiende ante el contendiente, AJ Styles. La sensación de ver a Styles con ese mismo oro en la cintura es tan palpable como lo fue hace tres meses atrás con Ambrose. Se hace evidente que éste último ha perdido el apoyo de la fanaticada. Aún habiendo triunfado allí donde fue en sus 15 años de carrera, todos supimos desde el minuto que Styles iba a ser visto como menos de lo que realmente era al poner un pie en territorio de los McMahon.
Mucho ocurrió entre esas dos fechas. Fueron 90 días que, en lo personal, me hicieron ver las cosas de una manera totalmente opuesta. Porque si aquel 19 de junio, o incluso mucho tiempo antes, me hubieran dicho que el ex miembro de The Shield se haría de una vez por todas con el hasta ese momento único Campenato Mundial WWE, no sacaría más que cosas positivas de ello. Estaría feliz no sólo por el hecho de que era un talento que despredía carisma y verdaderamente lo merecía por su trabajo duro, sino por ser una de mis Superestrellas favoritas y seguramente, para muchos lectores, también de las suyas.
No quiero decir que fue un error convertirlo en campeón —mas nadie lo merecía tanto como él y en ese momento yo hubiera hecho lo mismo que WWE—, pero al llegar a la cima de la montaña es como si hubiera perdido algo. No dejó de ser genial, pero ya no fue el mismo.
Triple H dijo hace no mucho:
«Hay algunos talentos que cuando los derrotas se vuelven más populares, pero en cuanto entran en una racha de victorias, su popularidad empieza a decaer… la gente quiere que el underdog se esfuerce para triunfar, luego consiga un poco de éxito y luego sea noqueado fuera de esa posición y vuelva a ser el underdog.»
Si bien nunca se le hizo desconocido el éxito, convengamos que Ambrose, con todas las trabas que le puso la compañía previamente a su coronación, es un claro ejemplo de underdog en WWE. Relacionado las palabras de Hunter con el tema en cuestión, ¿será que todo tomará sentido si en vez de tener en cuenta las victorias tenemos presente la correa? ¿Es, entonces, esa la explicación a la sensación de vacío? ¿O fue que simplemente él no cumplió con las expectativas?
Cuando algo no funciona, lo primero a lo que se apunta es a la empresa misma, pero, ¿fue su manejo el culpable de su fracaso? Entiendo que no se trató de uno desorbitantemente bueno, pero independientemente de su duración como poseedor del título y la cantidad de defensas —una contra Rollins, otra contra éste y Reigns y la última contra Dolph Ziggler, incuestionablemente oponentes de una alta gama con los cuales no pudo sacar a relucir las mejores presentaciones—
Esta noche SmackDown Live! estrenará un nuevo poseedor del Campeonato Mundial Pesado WWE en AJ Styles, y esperemos que para él las cosas no corran la misma suerte.