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Annick Donkers: la fotógrafa que busca retratar el alma de la Lucha Libre

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17-06-2016
La fotógrafa Annick Donkers nació en Amberes (Bélgica), pero el descubrimiento de las tradiciones mexicanas la llevaron

La fotógrafa Annick Donkers nació en Amberes (Bélgica), pero el descubrimiento de las tradiciones mexicanas la llevaron a residir en México, el país de la Lucha Libre. Su interés por el deporte-espectáculo ha ido más allá del enfoque documental: el trabajo fotográfico que ha realizado alrededor del ring no sólo refleja una pasión absoluta por el mundo de las llaves y los costalazos, sino que busca capturar el alma de los personajes que se involucran en sus retratos. Un ejemplo de esta preocupación artística, es la serie de fotografías que realizó a Cassandro, dicha serie ha sido en exhibida en diferente partes del mundo (Londres, Argentina, Estados Unidos, etc.) llevando la imagen del luchador exótico al interés de la prensa internacional, como el New York Times.

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Cassandro / Foto cortesía Annick Donkers

El trabajo fotográfico de Donkers ha sido galardonado en dos prestigiosos premios internacionales: San José Foto (Costa Rica) y el Sony World Photography, que reconoce las mejores fotografías en un año; el primero de ellos otorgado por la serie de Cassandro y el segundo por un fotoreportaje de lucha extrema.

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Cíclope / Foto cortesía Annick Donkers

Las fotografías de Donkers nos revelan una dialéctica casi mística: si arriba del ring el luchador expone las gestualidades más violentas y pasionales (la máscara también como la exageración del gesto), alrededor del cuadrilátero los rostros de los aficionados (el monstruo de mil cabezas) son la parte esencial de un rictus de múltiples emociones.

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Los aficionados / Foto cortesía de Annick Donkers

Annick Donkers conversó con SÚPER LUCHAS sobre su trabajo, además de compartir en exclusiva parte de su material inédito con la Página de los Conocedores.

¿Cómo es tu relación con la cámara fotográfica?

«Trabajo de manera muy espontánea, no me considero una fotógrafa muy técnica. Si desarrollo algún tema o si voy a un evento intento siempre antes visualizar y planificar, para luego llegar al lugar —todas las condiciones son diferentes—, después tengo que adaptarme… ¡y sale otra cosa! Porque me dejo influenciar por el ambiente, sobre todo por la luz. Me interesa mucho buscar la luz».

Explícanos cómo es esta búsqueda.

«Por ejemplo, cuando realicé la primera serie sobre lucha extrema, era en un lugar súper oscuro. A mí no me gusta utilizar flash, pienso que esta es la diferencia con los fotógrafos de los medios especializados en lucha libre, porque quieren las fotos más comerciales para la revista. Yo intento más buscar el ambiente, obviamente no se puede hacer una foto si no hay nada de luz.

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Cuando retraté por primera la lucha extrema me dio miedo, no sabía cómo hacer las fotos, esperaba que me fueran a pegar en la cámara o a mí. Me puse a observar, y a entender, viendo cosas que sí me interesaban, fue una sorpresa para mí ser testigo de eso. No me propuse entender lo que pasaba ahí, pero sí mostrar en las fotos cómo me sentía».

Tus primeras fotos (en blanco y negro) de Lucha Libre fueron en la Arena Xochimilco.

«Sí, era cuando estaba estudiando fotografía. Empecé acá en México, en el 2004, tomé cursos en el Club Fotográfico de México. Trabajé en análogo, como un ejercicio y porque todavía era el principio de lo digital; sí me gusta esa forma de hacer las fotos y luego poder imprimir, en Bélgica tenía un cuarto oscuro. Me gustaba ese proceso de estar allá, revelar y aprender cómo imprimir, todo ese proceso. Tenía un buen amigo que estudiaba en la ENAP, allá por Xochimilco y él me propuso meternos a la arena.

Ya había escrito cartas a la Arena México, pero nunca me dejaron pasar porque yo no tenía nada para mostrar. En Xochimilco eran más relajados, además de que el lugar era más pequeño: sientes más el ambiente y la reacción de la gente. Así empecé a tomar fotos. Todavía tengo los negativos en Bélgica. Después de eso dejé la lucha libre a un lado e hice otras cosas, hasta que conocí a

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Cassandro«.

¿Antes de esta experiencia en la Arena Xochimilco ya habías ido a ver Lucha Libre?

«Sí, a la Arena México. Soy muy fan de la lucha libre. Lo veo como un espectáculo, además me gusta ver a la gente que asiste. En la Arena México todo es más organizado, a diferencia de las arenas en los estados, donde todo es un desmadre. A mí me gusta eso, justamente porque es más la interacción con la gente. Por eso también empecé a concentrarme en las personas que van a las arenas».

¿Cuál fue tu primera reacción al ver lucha libre por primera vez?

«Sobretodo “qué loco” (risas). Yo me acuerdo mucho de unas mujeres en Xochimilco —unas viejitas— que estaban insultando a los luchadores».

¿Es diferente la forma de involucrarte con la lucha libre cuando tienes una cámara fotográfica?

«Sí claro. Es como ver solamente algunas cosas y perderte de otras. A mí me gusta justamente la parte de estar muy cerca, y de poder escuchar a los luchadores, por ejemplo, qué dicen entre ellos. Es totalmente otra sensación, es otra forma de sentir la lucha.

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¿Cómo pensaste el proyecto de Cassandro?

«Todo empezó al ver a Máximo, llegamos a la Arena México sin saber, ni siquiera habíamos visto la cartelera. Un amigo ya me había platicado que había exóticos, pero no sabíamos muy bien. Cuando vi a Máximo dije: “Oh, ¿qué es eso?” Me dio mucha risa, me divertí tanto al verlo. Y dije, yo quiero hacer algo con él. Me dio curiosidad. Luego me puse a investigar si alguien conocía a un luchador exótico. Una amiga que había trabajado en la embajada mexicana en Bélgica en el 2010 (durante el bicentenario organizaron un evento de lucha en Bruselas donde habían invitado a Cassandro) me presentó con él por Facebook.

Me acuerdo que la primera vez que lo retraté fue en el hotel donde se hospedaba, yo llegué con un periodista inglés e hicimos una nota para El Paso Times. A Cassandro le gustó mucho porque era la primera vez que su ciudad le prestaba atención. En una ocasión fuimos él, su hermana, Lola González, Pimpinela Escarlata y yo, a las pirámides de Teotihuacan.

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Le planteé muy bien mi proyecto, yo quería hacer un reportaje sobre la persona y no sobre el personaje, no quería las clásicas fotos de lucha libre. Porque justamente Cassandro tenía una historia muy fuerte detrás. Él entendió muy bien, y comenzó a mostrarme quién es y lo que ha sufrido.

¿Cómo captaste los momentos más íntimos?

«Cassandro era muy abierto conmigo. Me dejó tomar esas fotos. Yo lo respetaba, no quería estar asfixiándolo todo el tiempo. Yo me quedaba en su casa, tenía mi cuarto al lado y a veces era como “ah, está viendo la televisión, tomo la foto”. Si no lo molestaba, yo continuaba. Siempre midiendo lo que podía hacer. Una vez me invitó al desierto, porque él está en un grupo Mexica y se fueron a una ceremonia en el desierto, para realizar un sacrificio ritual al sol. Yo solamente pude estar en las preparaciones, no me dejó entrar a la ceremonia porque era algo sagrado.

Fueron dos años desde que lo conocí, en 2012, pero no fue permanente, porque él estaba en el Paso y yo en la Ciudad de México, y nos movíamos constantemente. Todavía tengo la duda de continuar, es muy difícil para mí cerrar algo. Ahora estoy pensando en un libro, el proyecto todavía va muy lento».

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Cassandro / Foto cortesía Annick Donkers

¿Cómo viviste el ambiente de la lucha libre en esa cercanía?

«Me di cuenta que era un ambiente muy duro. Yo tengo mucho respeto a todos los luchadores por eso. Pero también comprendí que era una misión de vida, como en el caso de Cassandro».

Ya habías trabajado antes con proyectos religiosos como Malverde, San Judas Tadeo, La Santa Muerte. ¿Qué piensas de la relación entre religión y lucha libre?

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«Con Cassandro tenía todo esto. Él es muy devoto a la Virgen de Guadalupe y a San Judas; y esa parte también me interesó mucho. Cassandro vivió el abuso sexual, la drogadicción, el alcoholismo, en un momento dijo “ya no” a todo eso, y escogió una vida más espiritual para guiarle. La lucha libre fue el caminó que escogió».

¿La lucha libre tiene algo de espiritual?

«Justamente eso estaba buscando en mis fotos. Cómo se conecta todo. Cuando fotografié el tema de la Virgen de Guadalupe, no me interesaba la bandera de la estatua, me interesaba el rostro de los devotos, qué emoción evidencia la persona. Igual con la Santa Muerte, a mí no me interesaba retratar cómo es Tepito o el altar a la Santa Muerte, me importaba más la gente —los que tú piensas que habían estado en la cárcel o excluidos de la sociedad— frente a la imagen y ver su rostro, su expresión al dar las gracias. En la lucha es lo mismo, la reacción enfrente del luchador, porque en un momento pueden soñar o dejarse guiar por sus emociones».

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¿Entonces decides comenzar a fotografiar al público?

«Estuve en 2008 un año en México porque tenía una beca. Luego regresé a mi país, y me pregunté si había algo como la lucha libre pero en Bélgica. Me puse a investigar y encontré una organización. Me contacté con ellos y les pregunté si podía ir a tomar fotos. Me dijeron que sí. Fui a pueblos que ni siquiera sabía que existían, las funciones eran en la sala de la Parroquia y cosas así. Tenían un público muy fiel, había poca gente porque no era un asunto muy popular. Después de un tiempo me empiezo a fijar en el público, había algo en el público que a mí me fascinaba. Cuando regresé a México, también quise fijarme en el público para ver cuál era la diferencia. En mi país salta el luchador y al caer todos se preguntan “¿está bien?”, en México es todo lo contrario. Por esto empecé a ir a las arenas pequeñas como la López Mateos, Naucalpan, Azteca Budokan…

Con la lucha extrema me preguntaba: ¿cómo es que las personas traen a sus hijos a ver violencia? Por eso me quería fijar en ellos, ver su reacción y encontrar una reflexión sobre esto»

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¿Cómo vives el contraste entre Bélgica y México?

«En Bélgica la gente se retira más de todo, en México la gente siempre quiere un desmadre. La lucha libre es el colmo de esto.

Los aficionados / Foto cortesía Annick Donkers

¿La lucha libre es la culminación de la violencia?

«Me he puesto a reflexionar mucho en torno a esto, me preguntaba por qué en un país donde hay tanta violencia, y tantas protestas contra la violencia, la gente va a los eventos de lucha extrema y pide más sangre. Después de platicar con el organizador de DTU (Súper Crazy), yo recuerdo que dijo que la lucha extrema era un lugar muy específico, con reglas, entrenamiento y bajo un control, dentro de un lugar cerrado donde está permitido hacer esto; tal vez si no existiera un lugar así los luchadores buscarían la calle para desarrollar su violencia. Tal vez sin esta oportunidad los luchadores no podrían soltar sus frustraciones, y también para el público, para que deje sus emociones.

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¿Ahora estás desarrollando un proyecto de retratos de luchadores extremos?

«La primera vez que vi lucha extrema hice un retrato al final de la función, del luchador Cíclope. Luego fui a una función en Querétaro, cuando regresó Ayako Hamada. Regresé tres veces a Tulancingo, y tomé algunas fotos más. Pero ahora me estoy contactando con una chica (luchadora extrema), y me estoy enfocando en ella.

¿Cómo recibe la gente tu trabajo en los diferentes países donde lo has expuesto?

«En Londres organicé eventos de lucha, como parte de mi trabajo. La primera vez fue en beneficio de Cassandro, porque cuando lo conocí, dos semanas después se lesionó. Organicé algo pequeño para tener algo de fondos, lo hice en la Colonia Roma, en el patio de una escuela de foto. Todo fue sin dinero, y sin saber lo que estábamos haciendo, pero sí lo hicimos, muy básico pero llegó mucha gente. Fue muy chido hacerlo, aunque yo estaba agotadísima. Lo retomamos un año después dentro de un festival, en el Centro Cultural España.

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Las fotos de Cassandro se exhibieron en la Academia de San Carlos, luego las llevé a Nuevo México, y en Bélgica fue con la embajada mexicana. Las fotos sí les gustan, pero depende en qué ambiente se exhiban».

¿Qué pasó con las fotos de lucha extrema?

«Encontré ese concurso de Sony, vi que tenían una categoría de deportes. Mandé mis fotos de lucha extrema, sí es un riesgo porque es algo muy fuerte pero es algo muy diferente, quizá algo que nunca han visto: o lo iban a tomar muy mal, o dirían “¿eso existe? Pienso que sí creyeron que era interesante y ahora están exhibiendo las fotos en Londres. Y ahora estamos viendo si se exhiben acá en México. Me reuní con los directivos de Sony y su reacción fue muy buena.

Cuando mi mamá vio las fotos me dijo: “oye pero eso es horrible, no me gusta”. Pero cuando vio que me seleccionaron en Londres dijo: “ah, qué bueno.” Ahora muestra mis fotos a todos».

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Cíclope / Foto cortesía Annick Donkers

Una de tus fotos está considerada entre las 42 fotos más impresionantes del 2015, junto a otras fotos impactantes como por ejemplo de las víctimas que han sido atacadas con ácido en Medio Oriente.

«Me hablaron a las 5 de la mañana y me dijeron que estaba seleccionada. No me dieron ningún premio en efectivo, pero para mí fue mucho reconocimiento para mi trabajo, espero que me abra otras puertas para sobrevivir.

Yo sólo quería mostrar mi trabajo, como yo lo viví. También quería mostrar parte de la cultura de México».

Tus fotos de lucha extrema no tienen ese afán sensacionalista, si uno las mira con detenimiento hay algo más profundo en ellas.

«No quiero hacer fotos sensacionales, aunque yo no entiendo por qué los luchadores extremos lo hacen, respeto sus decisiones, y tengo que mostrar eso en mis fotos, porque lo hice con respeto. No los estoy juzgando.

No soy experta de lucha libre, solamente es mi forma de apreciar el alma de las cosas». Finalizó.

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