Terry Funk: su papel crucial en la expansión de WWE y otras verdades

No hace falta decir que toda vida tiene un mismo valor, en el nacimiento o en la muerte. Esto, sin embargo, no quita el hecho de que en momentos donde el luto aflora, el impacto producido irá naturalmente en concordancia con la magnitud de su protagonista. En este sentido podemos aseverar la paliza que el mundo de la lucha libre ha recibido en cuestión de horas a razón de los decesos de dos enormes figuras del negocio como Terry Funk y Windham Rotunda.

En una época donde se abusa del término “leyenda”, contados conocedores se atreverán a cuestionar que Funk fue uno de los pocos que hizo los méritos para encasillarse así. Y no solamente por sus últimas épocas como el icono extremo de ECW y la cara más violenta con que las generaciones más jóvenes lo tendrán en su memoria, sino principalmente fruto de sus míticos años como el hombre a vencer durante toda la década de los 70 y gran parte de los 80, donde si bien no le hacía asco a los combates sangrientos, destacaba por sus inigualables actuaciones en el ring y sus promos atrapantes.

Pocos fueron capaces de hacer todo tan real, tan natural, con expresiones faciales tan cargadas de significado, que lograba que el resultado fuera invariablemente una conexión emocional constante cada vez que aparecía en pantalla. Y sucedía tanto en el cuadrilátero, marcando una notable diferenciación del resto por su capacidad infinita de brindar espectáculo, como así con el micrófono en mano.

Terry Funk vs. Jerry Lawler (Memphis Wrestling, 1981)

Habiendo mamado lucha desde su nacimiento, Terry arrancó con solo 21 años en el territorio de Amarillo que manejaba su padre Gory Funk. Para entonces era Gory Jr., su hermano mayor, quien llevaba la batuta como la estrella máxima de la promoción. De modo que dio sus primeros pasos como el aperitivo para los rivales de turno de Gory Jr, aunque su rápida evolución hizo que eventualmente, mientras Gory Jr. salía de gira con la marca NWA, él tomase el relevo como el hombre a vencer de la promoción familiar.

Fue así como empezó a ganar notoriedad. El tiempo le dio la satisfacción de hacerse un nombre de peso; la posibilidad de hacer equipo con su hermano, que ya suponía un pilar importante para la escena nacional, le abrió muchas puertas. Mientras que Gory Jr. hacía el papel de luchador hábil en maniobras luchísticas, Terry lo secundaba como el brawler. Pero no uno rústico, de pocas ideas, sino alguien capaz de brindar entretenimiento contra el que se le pusiera en frente.

Terry no tardó en opacar a Gory Jr., una tarea nada sencilla hablando de un consolidado ex Campeón Mundial de la NWA (que por aquellos tiempos era el título más prestigioso de Norteamérica), y pronto no sólo se encontró siendo parte de uno de los mejores equipos del mundo, sino que se transformó en uno de los nombres más requeridos por los promotores de todo el globo.

Para 1975 ya había ganado el Campeonato Mundial de la NWA y gozaba del privilegio de ser una de las tres figuras más populares del negocio. Pero su éxito profesional se interpuso con su vida personal. Porque ser Campeón NWA era el logro por el que todo luchador aspiraba –por la reputación y el dinero que eso acarreaba-, pero también era sinónimo de vivir en la carretera, literalmente. Su esposa de toda la vida lo dejó por no estar nunca en casa, y fue así, sin pensárselo dos veces, que Terry pidió acabar prematuramente con su reinado a cambio de recuperarla (spoiler: pudo hacerlo y siguieron juntos hasta el final).

El texano fue junto a Jerry Lawler el primero en romper con lo establecido y recibir una puntuación de cinco estrellas en 1981, aun cuando las calificaciones originales no superaban las cuatro. Repetiría la hazaña ocho años más tarde, esta vez en manos de Dave Meltzer por su enfrentamiento contra Ric Flair en NWA Clash Of The Champions IX, acaso el más halagado combate de su carrera:

Terry Funk vs. Ric Flair – I Quit (WCW Clash of the Champions IX, 1989)

En Japón hubo pocas personalidades de occidente que se ganaran un cariño tan intenso como los Funk Brothers, especialmente con el menor de los dos, como lo demuestra esta épica escena que, a pesar de ocurrir en 1983, es hasta hoy recordada como uno de los momentos más emotivos del negocio, donde Terry se despedía del público de All Japan en el que sería el primero de sus muchos retiros.

Terry Funk y su histórica «despedida» en Japón

Es curioso cómo sin enterarse, él se convirtió en uno de los principales responsables de la expansión de la WWE. Bueno… No directamente. ¿Cómo, entonces? Gracias a su amistad con Sylvester Stallone (ambos compartieron reparto en Paradise Alley y colaborarían en varios títulos más), Terry fue elegido como consultor para encontrar a un luchador para el rol de Thunderlips en Rocky 3. Funk sugirió a Hulk Hogan y Gorilla Monsoon, y también a Kerry Von Erich para interpretar a Ivan Drago, aunque la audición de este último no tuvo mucho éxito.

Sobra decir que la popularidad de Hogan a raíz de su casting en la película fue la que originó la Hulkamania, asomando primero en la AWA y explotando luego en la WWF de Vince McMahon Jr., a pesar de que Vince McMahon Sr. había despedido a Hogan unos años antes justamente por haber aceptado este papel, respetando la máxima luchística de que ningún actor debía estar ni cerca de un cuadrilátero.

De igual modo no debemos pasar por alto sus contribuciones en la década de los 90. Justamente en la tierra del sol fue donde le tomó gusto al estilo ultra-violento, luego de ser convocado para el torneo King of the Deathmatch de IWA en 1984. Su padre, de hecho, era conocido por ser especialista en los primeros “deathmatches”, y  en su regreso a su país, Terry se metió de lleno en ese mundo del que ya algo sabía.

Funk fue el pegamento que mantuvo a ECW en una sola pieza durante la transición de “Eastern” a “Extreme”, algo así como Chris Jericho lo fue para AEW en 2019. Debido a su ejemplar liderazgo tras bambalinas, se le atribuyó una gran responsabilidad en el crecimiento de ECW, formando las bases para futuras estrellas como Cactus Jack, Tommy Dreamer, Sabu, The Sandman, Shane Douglas, entre otros. Aquí lo vemos, sin escapar a las lágrimas, expresando su orgullo por representar a esa nueva camada, colándose quizá un par de dardos para WCW y WWF en medio de tanta emoción:

Terry Funk rompe en llanto al ganar el Campeonato de ECW

Palabras mayores desde se lo vea, Funk también destacó por su profundo amor hacia el arte de las doce cuerdas (“Nunca quise ser presidente ni nada”, dijo alguna vez. “Siempre supe lo que quería ser desde que di mi primeros pasos: quería luchar») y su eterno apego a la lona, y qué mejor ejemplo que sus famosos retiros que a la larga siempre acababan siendo falsas alarmas, al punto de que los aficionados dejaron de darles credibilidad a medida que iban viendo la historia repetirse una y otra vez.

El más recordado de todos fue el primero “oficial”, en septiembre de 1997. Funk celebró sus 50 años con el Terry Funk’s WrestleFest, en el cual el mismísimo Vince McMahon hizo una excepción total y “prestó” a algunas de sus Superestrellas top como Mick Foley o el propio rival de Funk aquella noche, el Campeón de la WWF Bret Hart, que esa noche puso su corona en juego (un mes antes de la Traición de Montreal). Todo con el fin de rendir tributo a la leyenda y, a la postre, con la sorpresa final a manos de Paul Heyman, quien lo obsequió con el Campeonato Mundial Eterno de ECW, título que había sido pagado en conjunto por sus pares como muestra de agradecimiento.

Documental «Beyond the Mat» (escenas de Terry Funk entre 17:40-30:22 y 56:12-1:05)

Pero el amor de “The Funker” por calzarse las botas era más fuerte que él, de modo que ese mismo año volvió por todo lo alto a la WWF con el personaje de Chainsaw Charlie, un maniático que llevaba su motosierra a todas partes y una bolsa en la cabeza.

Formó alianza con Mick Foley y juntos conquistaron el Campeonato de Parejas de la WWF, y a pesar de que no duraría mucho más en la compañía, continuaría su carrera haciendo apariciones en WCW, ECW (de vuelta), TNA, ROH y Japón. Incluso cuando el desgaste físico y la edad lo alejaron de los grandes focos, él se mantuvo firme en su postura de hacer lo que le apasionaba autogestionándose en el circuito independiente, donde siguió aceptando toda fecha que se le ofreció hasta 2017, a la edad de 73 años. Hasta ahí le dio.

Terry Funk dio todo y más por la lucha libre. Siempre se caracterizó por su amabilidad para con sus fans y colegas, y dejó hasta las últimas gotas de sangre, sudor y lágrimas para entretener y dejar al deporte arriba de todo. Fuera en las grandes compañías o en las más pequeñas, eso era intrascendente, y el saldo a pagar fue muy alto. Falleció en un hogar para ancianos, con demencia y adolorido por el castigo recibido durante décadas, pero con un premio mucho más grande que cualquier Campeonato Mundial: el respeto y amor de su familia, fans y compañeros. Por siempre, por siempre, por siempre…

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