Irma González: Los recuerdos imborrables

Publicada originalmente en SÚPER LUCHAS #536

Ella los observa entrenar y recuerda, recuerda como en la feria de un pueblo un cohete que cayó encendido prendió la lona del circo propiedad de su papá desatando la zozobra en su familia y teniéndose que mudar a la casa de un tía para comenzar una nueva vida, ya no aquella donde era la niña contorsionista consentida por todos a la que la gente admiraba y le gritaba. Uno de sus discípulos, Pequeño Bonsai, dice: “Es un orgullo ser parte de la escuela de doña Irma González, ella nos transmite su sabiduría, con ocho años en la lucha libre he tenido la oportunidad de llegar a la final de ‘¿Quién pinta para la Corona?’ de AAA, y todo eso que he aprendido aquí me sirvió para eso, también he alternado con estrellas del CMLL y de AAA.”
Ella los observa entrenar, corrige a uno: “Aprieta fuerte ese candado”, y recuerda, recuerda como esa niña que había perdido el glamour del circo se vio, sin quererlo, metida en el mundo de la lucha libre por una vecina a la cual le faltaba una luchadora para una función en Puebla, y por su pasado circense la invita: “Te vas a ganar unos centavitos y no vas a hacer nada, sólo te agarras fuerte de las cuerdas”, se agarró fuerte de las cuerdas pero las dos rivales no le perdonaron nada, la patearon, la zarandearon de poste a poste sin que pudiera hacer nada, pues aunque quería desquitarse ella había dicho que no haría nada. La gente, al verla indefensa, la apoyó. Sin embargo ella no quería volver a saber nada de la lucha. Pero el promotor le entregó varios pesitos –muchos más de los esperados- y le pidió volver la siguiente semana, ella al ver la paga no lo dudó ni un instante y prometió volver. Le dijo a la vecina que ya no quería ser arrastrada por las demás y comenzó a entrenar con ellas. Otro de sus pupilos, Dragón Olmeca evoca: “¡Es un orgullo haber comenzado con doña Irma! Ella me enseñó mis primeras marometas, es algo que no se puede explicar, es algo muy hermoso. Nuestro grupo es muy unido y nos apoyamos en todo, siempre vamos para adelante todos juntos.”

Doña Irma González a pie del ring. Foto de Carlos Acosta
Doña Irma González a pie del ring. Foto de Carlos Acosta

Ella los observa entrenar, grita: “Pon atención, esto no es un juego de muñecas.”, y recuerda, recuerda como encontró el amor en un abogado, pero éste le prohibió luchar. Ella triste comenzó a alejarse del deporte de sus amores, sin embargo el famoso Enmascarado de Plata le propuso: “¿Y por qué no luchas tapada?”, había que aprovechar que el mismísimo Santo le había hecho la propuesta y ella le contestó: “¿Podría ser como La Novia del Santo?”, el Plateado no lo pensó mucho y dijo: “Claro que sí, chaparrita.”, sin embargo a la gente no se le puede engañar tan simplemente, aun con máscara le reconocían el parado y los lances: “¡No te dejes Irma!”, le gritaban, y con la boda encima vino un cambio de residencia y ella dejó la lucha por algún tiempo. Un joven y fornido alumno, Asesino Azteca, se acerca y la saca de sus evocaciones al comentar: “Es un gran orgullo ser parte de su legado, paso a paso me ha enseñado cada vez más. Me ha apoyado mucho. Es un privilegio porque soy uno de sus últimos alumnos, aunque salí muy rudo. Quiero pedirle a la gente que vaya a las arenas, que nos exija como luchadores que nos preparemos más, que no deje de morir esta bella tradición mexicana que es la lucha libre.”
Ella los observa entrenar, callada y con gesto aprobatorio ve como varios entrenan llaves de la vieja guardia y recuerda, recuerda la separación y el regreso al DF cargando en brazos a una pequeña rubia. Recuerda el regreso a los cuadriláteros, las interminables giras y esa vez que le ofrecieron trabajo de cantante en la Zona Rosa, los vestidos brillantes, la gente que le ofrecía tragos a cambio de una canción, pero que ella como buena deportista y por cuidar la imagen rechazaba amablemente, los problemas que le ocasionó con los promotores estas actuaciones, pero la satisfacción personal de realizarse en una faceta que desde niña había querido experimentar. Un fornido joven que tras su máscara deja ver una amplia sonrisa, y que responde al nombre de Master Cheff, comenta: “Mi convicción me hizo ser luchador y en esas comencé a pertenecer al grupo de lucha libre de doña Irma, una verdadera leyenda a nivel nacional y mundial. Por mi complexión robusta he sufrido un poco pero la mayoría de las experiencias han sido satisfactorias, en estos siete años en este bello mundo.”

La leyenda Irma González y sus alumnos. Foto de Carlos Acosta.
La leyenda Irma González y sus alumnos. Foto de Carlos Acosta.

Ella los observa entrenar, agita las manos para señalarles que pueden volar, los lances comienzan y ella recuerda, recuerda los berrinches que aquella pequeña niña de rizada y rubia cabellera le hacía por dedicarse a la lucha libre, esa profesión que la alejaba de su hija y que ella le reprochaba. Recuerda cual fue la sorpresa tras regresar de una gira por Japón que aquella adolescente le dio al confesar que Chabela Romero la había aleccionado y la había debutado unos días antes de su regreso a México: “¡Mamá! ¡Mamá, la lucha ya no nos va a separar, ya podremos estar juntas!” Recuerda el buen augurio que esto resultó y todo el tiempo que habían perdido de su niña lo recuperó cuando los promotores las comenzaron a programar juntas por todo el país. Uno de los alumnos más avanzados, Dragón Infinito, se acerca y dice: “Desgraciadamente la gente poco a poco ya no reconoce a leyendas de la lucha libre como Irma González. La hemos acompañado a convenciones y eventos. Hace unos días desgraciadamente Cuchillo se nos adelantó, y es lo que digo, la gente no reconoce a leyendas como doña Irma. ¡Apoyen a las leyendas de la lucha libre que aún tenemos vivas!”
Ella los observa entrenar, alza la voz: “No, así no, busca la salida para el otro lado, porque si no te lastimarás tú solo.”, y recuerda, recuerda las giras, los campeonatos, las mieles del triunfo y las dolorosas derrotas en manos de tantas amigas y rivales en el ring, trata de contar las generaciones que enfrentó pero resulta difícil, desde Chabela Romero hasta Neftaly, Toña la Tapatía, la japonesa Jaguar Yokota, La Diabólica, Estela Molina, Mima Komatsu, La Jarochita Rivero, Martha Villalobos, Karina, Chela Salazar, Rossy Moreno, Xochitl Hamada, Rocio Urbina, Lola González, y tantas más que ya se escapan a la memoria. Hoy en su grupo está Dama Nocturna, una guerrera ruda quien cuenta: “Para mí es un honor ser su alumna, a mí me tocó que me enseñara todo. No tengo tanta experiencia como hubiese querido, pero he disfrutado todas mis apariciones en el ring. En cierta forma me siento como parte de su legado pues he podido alternar con verdaderas figuras de la lucha libre femenil, mucha gente piensa que ser luchador es fácil, pero no, ser un buen luchador son horas y horas de entrenamiento, de sacrificio en el gimnasio, de aprender y seguir aprendiendo”.
Ella los observa entrenar, las fuerzas no son las de antes, pero hay que estar al pendiente de todos, y recuerda, recuerda esas escasas oportunidades de trabajo, eran tan pocas las posibilidades para las mujeres luchadoras, los hombres sentían que invadían un espacio exclusivo de ellos, sin embargo varios promotores confiaron en ellas, sin embargo los luchadores les hacían pasar algunos malos ratos en los vestidores, recuerda que ella estaba convencida: “No me importa que no me quieran, yo vengo a ganar dinero para mi mamá.” Sin embargo los tiempos han cambiado y la gran mayoría de sus alumnos se sienten muy orgullosos de ser entrenados por una mujer como ella, uno de sus alumnos con más tiempo bajo su tutela, Caballero Águila, dice: “Todo ha sido aprender a su lado, he trabajado mucho en todo el tiempo que tengo de profesional y cada vez se puede aprender más.”
Ella los observa entrenar y recuerda, recuerda…

LA LUCHA SIGUE...
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