La superestrella de las WWE Tensai ha dejado de ser luchador oficialmente. Los creativos de la empres ya no tienen planes para él y han decidido darle otras funciones dentro de la empresa.
Al parecer la WWE le dará un trabajo a Tensai como comentarista, los creativos piensan que hace muy bien ese trabajo, hay que recordar que Tensai ha estado en NXT trabajando como comentarista y también en algunos pre shows de los PPVS.
Tensai habría hecho muy bien el papel de comentarista y como la empresa no tiene nada para él han decidido darle el cargo de comentarista a tiempo a completo.
Saludos, recuerden que pueden hacerme preguntas en mi Ask.
que bien ya no sea luchador
su debut fue bueno pero luego lo hicieron jobber
ojala sea un buen comentarista
Tensai era mejor heel que face no se para que formaron el grupo de tensai brodus clay
Tensai era mejor heel que face no se para que formaron el grupo de tensai brodus clay
Lastima por Tensai ojala sea un buen comentarista #WeThePeople
Lastima por Tensai ojala sea un buen comentarista #WeThePeople
Tensai, conocido anteriormente como Prince Albert/A-Train/Giant Bernard es tremendo luchador, capaz de realizar movimientos y llaves increibles a pesar de su gran tamaño, es una lastima que la WWE, como siempre, desaproveche un gran talento como ese y no tenga creativos con algo de imaginacion para darle un buen rol en alguna buena historia.
Su mejor momento lo tuvo como Príncipe Alberto, formó un gran equipo con Test y Trish, junto al Big Show son los únicos que vi lograr hacer un levantamiento militar a KANE. Una lástima que el formato de la actual WWE no permita exponer la agresividad, la forma y la fuerza de luchadores como él. Quizás nunca debió volver de Japón.
Tensai, conocido anteriormente como Prince Albert/A-Train/Giant Bernard es tremendo luchador, capaz de realizar movimientos y llaves increibles a pesar de su gran tamaño, es una lastima que la WWE, como siempre, desaproveche un gran talento como ese y no tenga creativos con algo de imaginacion para darle un buen rol en alguna buena historia.
Que le sirva de ejemplo a Devitt, Bernard estaba en su mejor momento con Anderson en NJPW Bad Influence dominaba y Bernard recibía apoyo , Devitt no debe firmar o terminara como Malenko o Gibson (Noble) Karl Anderson ha sido inteligente al no firmar con WWE
Que le sirva de ejemplo a Devitt, Bernard estaba en su mejor momento con Anderson en NJPW Bad Influence dominaba y Bernard recibía apoyo , Devitt no debe firmar o terminara como Malenko o Gibson (Noble) Karl Anderson ha sido inteligente al no firmar con WWE
a webo,la gente que escribe storylines,ni siquiera merece llamarse creativo,que de eso no tienen nada ,y este que es uno de los mejores brawlers,no es tan tronco y traia grandes movidas,ojala se hibiera quedado en Japón
Es una lástima. Anunciaron su regreso con bombo y platillo para convertirlo en el pachangosaurio 2. Era una leyenda de la era Attitude.
Va a ser un buen comentarista
Y?????
Un bulto menos faltan como 50 ….
que bien ya no sea luchador
su debut fue bueno pero luego lo hicieron jobber
ojala sea un buen comentarista
Tensai era mejor heel que face no se para que formaron el grupo de tensai brodus clay
Lastima por Tensai ojala sea un buen comentarista #WeThePeople
Tensai, conocido anteriormente como Prince Albert/A-Train/Giant Bernard es tremendo luchador, capaz de realizar movimientos y llaves increibles a pesar de su gran tamaño, es una lastima que la WWE, como siempre, desaproveche un gran talento como ese y no tenga creativos con algo de imaginacion para darle un buen rol en alguna buena historia.
Su mejor momento lo tuvo como Príncipe Alberto, formó un gran equipo con Test y Trish, junto al Big Show son los únicos que vi lograr hacer un levantamiento militar a KANE. Una lástima que el formato de la actual WWE no permita exponer la agresividad, la forma y la fuerza de luchadores como él. Quizás nunca debió volver de Japón.
Que le sirva de ejemplo a Devitt, Bernard estaba en su mejor momento con Anderson en NJPW Bad Influence dominaba y Bernard recibía apoyo , Devitt no debe firmar o terminara como Malenko o Gibson (Noble) Karl Anderson ha sido inteligente al no firmar con WWE
a webo,la gente que escribe storylines,ni siquiera merece llamarse creativo,que de eso no tienen nada ,y este que es uno de los mejores brawlers,no es tan tronco y traia grandes movidas,ojala se hibiera quedado en Japón
Es una lástima. Anunciaron su regreso con bombo y platillo para convertirlo en el pachangosaurio 2. Era una leyenda de la era Attitude.
Va a ser un buen comentarista
Que nota más mal escrita.
Y?????
Un bulto menos faltan como 50 ….
Que nota más mal escrita.
a lo mejor hacen dupla para comentar con CM Punk jeje
No mamen se lo trajeron de japón para esto, que por quería de empresa la WWE
a lo mejor hacen dupla para comentar con CM Punk jeje
No mamen se lo trajeron de japón para esto, que por quería de empresa la WWE
Ya sabia yo que esto iba a pasar, en el momento en que lo pasaron a face y lo hicieron formar equipo con el imbecil del funkasaurus (no es que brodus clay sea mal luchador pero ese gimmnick es horrible y vergonzoso para él, era mil veces mejor de heel) sabia que se iría a la basura como heel Tensai era brutal porque esa clase de luchador grande, solo tiene buen camino como heel, como face es todo un fiasco……si haces a una superestrella tan pesada con actitud dominante en el ring solo puede ser heel…..JAMAS face porque como face nunca tendra esa credibilidad como luchador dominante y intimidante y menos con esos gimmnicks (vas a llamar a tu madre………y a mi que me importa???) era una vergüenza, igual que los matadores y el torito…….creo que a los creativos se les terminan las ideas y solo hacen que hacer pasar vergüenza a sus superestrellas….
Ya sabia yo que esto iba a pasar, en el momento en que lo pasaron a face y lo hicieron formar equipo con el imbecil del funkasaurus (no es que brodus clay sea mal luchador pero ese gimmnick es horrible y vergonzoso para él, era mil veces mejor de heel) sabia que se iría a la basura como heel Tensai era brutal porque esa clase de luchador grande, solo tiene buen camino como heel, como face es todo un fiasco……si haces a una superestrella tan pesada con actitud dominante en el ring solo puede ser heel…..JAMAS face porque como face nunca tendra esa credibilidad como luchador dominante y intimidante y menos con esos gimmnicks (vas a llamar a tu madre………y a mi que me importa???) era una vergüenza, igual que los matadores y el torito…….creo que a los creativos se les terminan las ideas y solo hacen que hacer pasar vergüenza a sus superestrellas….
PUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUMPUM
no mames wwe , el le ganó a jonh cena , y me gustaba lo de lord tensai. y su patiño daba unas patadas chidas.
no mames wwe , el le ganó a jonh cena , y me gustaba lo de lord tensai. y su patiño daba unas patadas chidas.
Tensai es el principe Alberto y luego el Train-A?
Tensai es el principe Alberto y luego el Train-A?