Ahora que las listas con lo mejor de cada año están en plena ebullición, un servidor se atreve a colocar sobre el primer puesto de este 2016 en WWE al Cruiserweight Classic. Una cita estival que nos devolvió la división de peso crucero y un estilo luchístico que como afirmó en una reciente entrevista Rey Mysterio, ha dejado de situarse en la marginalidad de las grandes promociones. Porque, hace apenas una década, nadie hubiese apostado por un show propio para los cruceros en la compañía de Vince McMahon, y hoy es una realidad.
Si el CWC fue el acontecimiento del año, 205 Live es su legado en construcción, y aunque todavía queda mucho por hacer para que el fanático habitual de WWE se enganche a este espacio, ya se vislumbran buenas intenciones, tal y como desarrolló mi compañero Javier Montes en su análisis del segundo episodio. No sabemos si el nivel de riesgo y excelencia ofrecidos durante aquel torneo regresarán en algún momento, pero ya hemos podido comprobar que no existirán las limitaciones de Raw, con algunos notables combates entre los principales competidores.
Pocas veces un debut me ha cautivado de tal manera como el de Jack Gallagher en el primer episodio de 205 Live (obviando sus dos choques durante el CWC). Este británico es capaz de desplegar un llaveo de tintes puramente clásicos que lo hace una rara avis de WWE. Pero no sólo eso, sino que su velocidad y movimientos recios, unidos a los toques cómicos de su gimmick, lo convierten en un luchador predestinado a triunfar en este nuevo contexto. Curtido bajo los focos de Future Shock, PROGRESS y Grand Pro Wrestling, bajo esta última compañía introdujo en 2011 su propio cinturón tras perder el Campeonato Británico, claro guiño a Ted DiBiase y su Campeonato del Millón de Dólares.
Tiene las condiciones idóneas para ser un técnico favorito del público, y lo acabará siendo de un momento a otro si los creativos no reducen su repertorio. Tal vez, eso sí, su movimiento final deba modificarse, pues es muy similar a uno de los característicos de Daniel Bryan, ahora «tributado» por The Miz. En sus luchas independientes, a veces solía acompañarlo de un Diving Headbutt, guinda que podría recuperarse para la ocasión (curiosamente, también empleado por Bryan en su momento).
Del lado opuesto, Noam Dar representa al clásico rudo arrogante, con secuencias de golpes expresamente diseñadas para airear su narcisismo y poses de similar índole. Una madurez que ha demostrado en su breve pero dilatada trayectoria; sólo hace falta echar un vistazo a su combate contra AJ Styles en Pro Wrestling Elite, con apenas 18 años, por poner un ejemplo. Y su personalidad podría pulirse mucho más si trazan rivalidades interesantes para él contra Brian Kendrick o el mencionado Gallagher. Afortunadamente, se ha sabido conjugar un buen elenco de carácteres dispares con vistas a futuros ángulos. Dar tiene ese aura distinta que sólo se encuentra en muy pocos talentos.
El problema, al igual que con Gallagher, es que se simplifique su arsenal a fin de potenciar su personaje. Ignoro por qué ambas cosas parecen incompatibles. Dar no es The Miz, luchísticamente hablando, sino que se encuentra a la altura de los mejores cruceros. A nadie beneficia la, a veces, excesiva filosofía maniqueísta de WWE, donde el rudo se encorseta en unos férreos parámetros. Esperemos que esto sea algo que quede levemente difuminado bajo el panorama de los cruceros. A su vez, en mi opinión, deben evitarse gimmicks tan poco sustanciales como el de Rich Swann, un esterotipo del afroamericano demasiadas veces visto.
Volviendo a las palabras de Mysterio, tal vez tenga mucha razón, pese a que todavía el público medio muestre más expectación por ver a Big Show y Shaquille O’Neal sobre un ring que a Hideo Itami y Roderick Strong. Pero tiempo al tiempo. Bryan consiguió estelarizar WrestleMania XXX y vencer esa misma noche a Triple H, Randy Orton y Batista. Styles ya es la cara de SmackDown y el máximo monarca de la compañía, tras derrotar limpiamente a John Cena en SummerSlam (2016). ¿Son los cruceros el futuro de WWE y de la lucha libre?