«¡Antes sí luchaban!»: El eterno ciclo de negatividad en la lucha libre

A diferencia de otras disciplinas deportivas, la lucha profesional ha cambiado demasiado con el paso del tiempo. El umbral que separa a la lucha de hace más de un siglo con la actual es extremadamente más amplio que el de deportes como el beisbol. Porque los cambios han sido no sólo de reglas, sino también en la concepción misma del espectáculo. Forma y fondo han sufrido mutaciones.

Por eso en la lucha es donde más veremos el subjetivo adagio de «Todo tiempo pasado fue mejor». Y no porque realmente las épocas pasadas hayan sido mejores.

► Mucho más que una afición

Foto: Alejandro Islas.

Hay que entender que quienes gustan de la lucha, no tienen una simple afición. Crean un vínculo con la lucha, se enamoran de ella al conocerla. Es amor a primera vista. Y tras el galanteo, nace un idilio, florece un fervor, creando momentos de felicidad, de placidez, de frenesí. 

Pero, al igual que los vemos en la literatura, la pasión se apaga con el tiempo.

Escribió Beaumarchais en el prólogo de su Barbero de Sevilla que «eso que llamamos amor no es más que el deseo contrariado», una premisa que bien puede transponerse a la lucha, donde más se da el caso de que, eventualmente, los fans dejen de serlo, al menos temporalmente.

Pero donde hubo fuego… Transcurrido algún tiempo, el aficionado regresa a la lucha, regresa a esa actividad mágica que tantas alegrías y satisfacciones le dio en el pasado. Sin embargo, se encuentra con que ha cambiado. La contempla y ya no es la misma. No sólo los luchadores son diferentes (¡sus ídolos son viejos y ya no encabezan los carteles!) sino también lo que hacen sobre el cuadrilátero es diferente.

► «¡Antes sí luchaban!»

Angry Lucha Fans

«¡Esto ya no es lucha!»; «¡No se ve real!»… ¿Cuántas veces hemos escuchado quejas así? En México, desde 1914 hasta la fecha, la lucha ha «muerto» una y otra vez —o al menos así lo consideran los aficionados renuentes a los cambios. No hay mucha diferencia entre las críticas que en aquel año recibió Enhart por sus acrobacias fuera de toda heterodoxia con las que reciben los luchadores aéreos de la actualidad. Y, paradójicamente, quienes los critican, apreciaban a los luchadores aéreos de la generación pasada.

¿Les parecen excesivos ciertos movimientos en la lucha actual? En cada generación han pensado lo mismo. Pongamos por ejemplo a la plancha, que durante tres generaciones ha sido prácticamente una movida de transición, y así ha sido aceptada, pero hubo un tiempo en el que era una maniobra contundente, devastadora. Algo que sólo se usaba para terminar las luchas.

► «Llaves que desaparecen, genios que se esfuman»

 

Reproducimos parte de un artículo de la revista Lucha Libre #841, del 17 de febrero de 1980, donde se quejaban de que, unos días antes, tanto en la Arena Coliseo como en El Toreo, habían visto planchas en casi todas las luchas.

La plancha, que se popularizó en los años cincuentas y que Mil Máscaras internacionalizó en los setentas, ya había sido adoptada por todo mundo. «Una vez basta, lo demás ya es vicio», escribió el redactor.

La plancha
Lucha Libre #841.

«A quién diablos va a causar sorpresa o un ¡ah! u ¡oh! de admiración ver a una lombriz caerle a otro sin que se mueva el aire. Y todos lo hacen igual. ¿Por qué, nos preguntamos, a todos les ha dado por hacer de la plancha su toque final?

«Hay cientos de llaves para rendir al enemigo, espectaculares, efectivas, que los luchadores de antaño aplicaban y los aficionados sabían que todo se estaba acabando. Era la firma del luchador.

«Ahí estaba el tirabuzón, de Jack O’Brien; la quebradora, de Bobby Arreola; el nudo, de Carlos ‘Tarzán’ López; la cerrajera, de Enrique Llanes; la cruceta a las piernas, de Sugi Sito; la descuartizadora, de Pepe Mendieta; el pulpo, de Blue Demon; la shadina, la alejandrina y la leonesa, de Alejandro Cruz; la noria, de Ray Mendoza; las patadas a la Filomena, del Murciélago Velázquez, que en la actualidad sólo aplica El Solitario y le han dado magníficos resultados. Del mismo Murciélago estaba la swástica. ¡Quién no se cimbra todavía cuando ve a Santo aplicar la de a caballo o su palanca al brazo!

«¿Por qué no surgen luchadores que apliquen esas llaves de rendición? Sencillamente porque no las practican en el gimnasio. Ya no tienen el deseo de progresar, se conforman con imitar. Y hasta eso, imitan mal, grotescamente, por lo que sólo quedan en el ridículo.

«¿Se acabaron ya los artífices de la lucha? Pensamos que no, sólo que los genios se han dormido en sus laureles, los escultores se encuentran cansados.

«Deben enterarse los señores luchadores que con ese final que todos aplican, cuando llega la lucha estelar y ellos también lo ponen, ya los aficionados sólo se levantan de sus asientos no para aplaudirles, sino para decirle a su señora: ‘Vámonos, mujer, así ganó el de la primera’.

«El aficionado merece respeto y el luchador debe cuidar su prestigio y saber qué llave podrá aplicar a su rival para lograr una rendición con gloria y espectacularidad, no solamente para salir del compromiso, porque entonces, todos están condenados a irse al montón».

► ¿Un ciclo sin final?

La plancha

La capacidad que la lucha tiene para evolucionar es única. El espectáculo que se ve sobre los cuadriláteros no ha dejado de avanzar, y aunque a cada generación le sobran exponentes mediocres, también le sobran virtuosos que exudan talento. Y ese talento es el que logra que los nuevos aficionados sigan enganchándose, enamorándose de la lucha profesional.

Aceptemos los cambios. El «antes sí luchaban» fue dicho de manera despectiva a cada nuevo ídolo por la generación anterior. Las luchas de El Toreo no eran más que violencia sin sentido para quienes crecieron viendo a Santo y Blue Demon. Éstos, a su vez, fueron vilipendiados por quienes en su juventud aplaudieron las hazañas del Firpo Segura y Charro Aguayo.

La lucha ha sido siempre tan rica y variada que lo mejor es disfrutarla en todas las variedades que nos ofrece. Rompamos el ciclo.

LA LUCHA SIGUE...
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