Por Gladys Trujillo
«La rusita» Rivas, como es conocida en el argot boxístico, lució como el sol ante la japonesa Kimika Miyoshi.
La analogía de la boxeadora mexicana con el astro rey se debe a que así fue su estrategia durante toda la pelea. La japonesa giraba alrededor de Yazmín. Buscaba por todos los ángulos abrir la guardia de la campeona, pero ésta no cedía.
Las combinaciones de la «rusita» fueron más consistentes y consecutivas, una estrategia justa para retener su título gallo de la FIB.
Los golpes efectivos los propinó la campeona. La japonesa no escatimó en esfuerzo para llevarse el título a casa, pero no fue suficiente para lastimar de manera eficaz a Rivas. Si hay algo que se le reconoce a Kimika es la fuerza con la que absorbió los golpes, aun cuando iban a la cara, pues apostaba por recibir con la intención de cerrarle distancia a la mexicana para conectar.
No lo logró. Con el paso de los rounds fue perdiendo movilidad y consistencia, recibió más golpes a la cara y respiraba más profundo. Nunca acortó la distancia para dañar a Yazmín.
El décimo asalto fue cerrado porque ambas peleadoras se fueron duro al frente, un ir y venir de golpes que determinaron (por poco) la supremacía de la mexicana en ese lapso de dos minutos. La diferencia la determinó la manera en que cerró Rivas, donde demostró su condición de campeona.
La campanada que significó el final del décimo round consumó la victoria indiscutible de Yazmín Rivas con tarjetas idénticas de 100 a 90 por parte de los tres jueces.