The Undertaker revela el origen de su fobia a los pepinos

¡Por fin se reveló el misterio! Durante años, muchos luchadores de WWE habían filtrado que a The Undertaker le daban miedo los peninos. Y hasta se enojaba al verlos, algo que no era frecuente, pero que le ocurría, pues muchos de sus colegas intentaron jugarle bromas pesadas con los pepinos.

The Undertaker hace unos años aceptó que esto era así. Pero, solo hasta ahora, reveló el motivo por el cual tiene animadversión hacia los pepinos. Lo hizo en una reciente sesión VIP de preguntas y respuestas para con sus fanáticos, en el Patreon de su podcast Six Feet Under with Mark Calaway, en donde le preguntaron de nuevo por su fobia a los pepinos.

► Por este motivo, The Undertaker le tiene fobia a los pepinos

«¿Por qué me haces una pregunta como esa? Ni siquiera me gusta hablar de los pepinos, hombre. Bien, aquí está. Cuando era un pequeñito Undertaker, como un Undertaker de jardín de infantes, llegué a casa un día después de la escuela. Mi madre había cortado un montón de pepinos frescos en rodajas y los había puesto en remojo en un gran tazón de vinagre. Fue ese día. En ese momento, era lo mejor del mundo.

«Así que procedí a comerme todo el tazón de pepinos remojados en vinagre. Bueno, algo de eso no se asentó bien en mi estómago. Poco después de comer todos los pepinos, expulsé todo el contenido de mi estómago. Desde ese momento, el olor, durante mucho tiempo, incluso al ver un pepino me ponía un poco, no diría que nauseabundo, pero mareado. ¿Oler un pepino? Olvídalo. Mi estómago simplemente dice no… es como si se me hiciera agua la boca.

«La otra parte de esa pregunta, ¿Puso Paul Bearer pepinos en mis botas? Paul Bearer ponía pepinos en todo lo que yo tenía. Paul Bearer era malvado, un hombre malvado malvado. Ahora, lo quiero con locura. Lo extraño todos los días. Pero el hombre era malvado y era como, bueno, pones eso en mis botas, ja ja ja. Pero llegó al punto en que eso no lo satisfacía lo suficiente.

«Así que tenía que llevar las cosas al extremo, al punto en que una vez me levanté. Tuve que ir al baño o algo así. Vuelvo y él está sentado allí y solo por la expresión en su rostro podía decir que había hecho algo. No sabía qué era. No sabía que había pedido algo que tuviera pepino. De todos modos, supongo que fue al bar de ensaladas y consiguió una rodaja de pepino y de alguna manera la puso en el fondo del vaso de mi té helado».

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