The New York Times: «El mundo se está llenando de la esencia de la lucha libre»

La lucha libre, la industria del deporte espectáculo, al menos en los Estados Unidos, está cada vez más abierta a aceptar su naturaleza fabricada. Desde la época clásica de la industria, donde cada hombre vivía – o aparentaba hacerlo – bajo la realidad de su personaje, hasta el exitoso documental Breaking Ground de WWE Network, que presentaba el interior del Performance Center de WWE, la posición sobre la separación entre realidad y ficción ha cambiado mucho. Pero por fuera de WWE y de la lucha libre se lleva a cabo un proceso paralelo, la verdad se confunde cada vez más en medio del espectáculo.

El New York Times ha publicado una columna sumamente interesante donde repasa este proceso, bajo el argumento de que el mundo está cada vez más inmerso en la misma dinámica que constituye la esencia de la lucha libre.

Todos los aficionados a la lucha libre hemos perdido la cuenta de la cantidad de veces que hemos recibido la pregunta: «¿Sabes que la lucha libre es falsa?» y muchas veces hemos tenido que explicar que no es falsa, que se trata de una intrincada combinación entre historias previamente determinadas y verdadera labor atlética en el ring. Otras veces, simplemente nos rendimos.

Pero en los últimos años WWE ha empezado a ascender nuevamente en la industria del entretenimiento, y tras ser considerada como «un espectáculo de segunda clase» por años, ahora son muchas las muestras de que su posición a los ojos del público y de los medios ha mejorado. Ya tienen un espacio en ESPN y sus estrellas son invitados frecuentes a los talk shows nocturnos.

Esta mejora, al menos parcialmente, se debe según Jeremy Gordon – escritor y editor – a que el modus operandi de WWE, y de la lucha libre en general, forma cada vez más parte del diario vivir en la sociedad moderna:

Cada año que pasa, más y más facetas de la cultura popular se vuelven algo parecido a la lucha libre: una «realidad» manejada en el escenario se entremezcla libremente con eventos reales, con una borrosa línea entre la verdad y la falsedad que parece aumentar, no disminuir, la adicción de la audiencia por el melodrama.

Con cada vez más frecuencia, los televidentes se quedan pensativos frente a la pantalla preguntándose «¿fue eso verdad o estaba arreglado?», y aunque a veces la respuesta es evidente cuando se trata de programas de «telerrealidad» como Caso Cerrado o Jersey Shore (o cualquiera de sus múltiples versiones en MTV), no es tan fácil distinguir la cosas cuando Steve Harvey confunde a la ganadora de Miss Universe, o cuando, y he aquí el mayor ejemplo, estamos en época de campañas políticas.

Por supuesto, nadie es mejor modelo para probar esta hipótesis que el actual puente entre ambos mundos, el candidato presidencial y WWE Hall of Famer Donald Trump, quien llena cada semana los titulares de Estados Unidos y el mundo con polémico pero efectivo accionar.

En la política, como en la lucha libre, el máximo objetivo es simplemente poner al público de tu lado. Y como todos los mejores luchadores villanos – o «rudos» – Donald Trump es un hablador vivaz y magnético que no tiene miedo de ser hostil con sus oponentes; incluso hubo cierta consistencia ruda en el estilo de sus primeros debates, cuando activamente chocó con la moderadora Megyn Kelly, y ocasionalmente paraba para dejar que el público lo abucheara antes de gritarles en respuesta.

Pero Donald Trump no es el único «rudo» de la política, las elecciones republicanas estuvieron llenas de ellos y de seguro en cada panorama político nacional podremos encontrar nuestros propios ejemplos locales.

Las similitudes entre WWE y las realidades políticas y culturales no acaban allí, sino que este límite cada vez más borroso entre verdad y mentira está llevando a una descarada manipulación histórica. La historia la escriben los ganadores, y WWE ha sabido utilizar esta premisa para manipular la interpretación de la historia de la lucha libre norteamericana.

Mientras WWE presenta a WCW como la decadente y corrupta empresa que amenazaba con desbancar al emprendedor Vince, Estados Unidos presenta al Islam como el enemigo que justifica cualquier invasión. Mientras Donald Trump asegura que los musulmanes en New York celebraban la caída de las torres gemelas, WWE reconoce el legado de Chyna tras tenerla en su lista negra por años.

Si la historia es bien contada, si su historicidad parece consistente, entonces las maquinaciones que la ponen en su lugar pueden ser ignoradas o convertidas ellas mismas en historias divertidas. ¿Y por qué no? Al final, todos somos marks* del mundo en el que queremos creer.


Para leer el artículo completo en inglés den click aquí.

*Mark: Aficionado que olvida – al menos temporalmente – que está viendo un espectáculo predeterminado y lo vive como si fuera real.

LA LUCHA SIGUE...
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