Oleksandr Usyk es de esa generación de máquinas de boxeo ucranianas que tienen un campeonato olímpico y que además triunfan en el terreno profesional.
Así como Vasyl Lomachenko se hizo campeón antes de completar la decena de peleas profesionales, Usyk cumplió con ese logro en su pelea número 10 ante Krzysztof Glowacki.
Seguro no le fue una pelea sencilla pero se desenvolvió de manera tal que pudo sobrellevar cualquier problema que le presentó Glowacki y al final le sacó ese combate con un boxeo muy bien pensado, técnico pero no aburrido.
Usyk fue frontal sin dejar de ser cauteloso en su avance hacia la guardia de Glowacki. Usyk en ningún momento retrocedió a pesar de que el polaco en ocasiones se le lanzaba con todo lo que llevaba.
Glowacki buscó conectar a velocidad pero el movimiento de Usyk lo neutralizaba cada vez.
A destacar los volados y los jabs del ucraniano, porque así fue como se sacó de encima a Glowacki y del mismo modo le sacaba puntos para mantenerse arriba en las tarjetas.
Glowacki de repente se quedaba corto en el ataque y los reflejos no le daban para regresar a tiempo para acomodar su guardia y evadir los embates del ucraniano.
Lo de Usyk fue simple, martilló sin cejar en su intento por ganar la pelea desde cualquiera que fuera su posición, ya fuera franco al frente o echado para atrás, pues su largo de brazos le daba para ambas cosas.
«Un Lomachenko pero en grande», suele comentar un amigo sobre Usyk. Y no hay una manera más precisa para describir lo que hace Oleksandr en el ring.
Es técnico sin ser aburrido, es efectivo, con muy buena puntería y muy entretenido de ver a la hora de atacar.
Y en ese tenor fue como mantuvo toda su pelea y logró convertirse en campeón de peso crucero de la Organización Mundial de Boxeo.
Falta ver cómo reacciona en una defensa mundial en forma para que demuestre desde la perspectiva del campeón ese boxeo poderoso que tan bien representa.