“Qué pronto la vida se va llenando de fantasmas.” Paco Ignacio Taibo II.
Cuando un gladiador debuta es muy difícil saber lo que el destino le depara, siempre se tienen que considerar si podrá desarrollar bien sus talentos, si las eventualidades no harán que opte por salirse de la lucha libre, si asimilará bien la crítica y podrá trabajar en ella para salir a flote.
Sin embargo hay contadas excepciones que desde su debut uno adivina en el luchador que está hecho para cosas grandes, que el barco que navega se ve sólido y enfilado a tierra firme sin importar la vorágine que enfrentará. Uno de esos contados casos es el de Héctor Garza, el recordado “Querubín”.
Luchador de segunda generación, desde sus pininos en Monterrey bajo la batuta de su padre Humberto Garza, Héctor dio señales inequívocas que una verdadera estrella estaba en proceso, así que cuando llegó a la Arena México fue el rival natural de muchos veteranos que buscaban con ansias locas mantenerse en el tope de las carteleras, pero el joven que en un principio no fue del todo bien recibido por cierto sector de la afición al considerarlo sólo cuerpo, cayó bocas y condenó al olvido a muchos veteranos tras demostrar su talento y su técnica intachable, eso sin contar su agilidad descomunal al ejecutar como pocos lances prácticamente imposibles para alguien de su peso y talla.
Hablar sobre sus victorias y derrotas en luchas de apuesta, de sus campeonatos obtenidos y de todo lo que consiguió al formar equipos míticos es redundar y quizá hasta ocioso. Héctor Garza fue un hombre que vivió de manera apasionada la lucha libre, que la quiso como se quiere a la vida misma, que con sus lances, con sus colmilladas y sus ocurrencias nos dejó una historia que contar a las siguientes generaciones, pues su nombre quedó labrado ya, entre la pequeña elite de leyendas de este deporte en México y el mundo entero.
Hoy que se conmemora el segundo aniversario de su deceso, todo el equipo de SÚPER LUCHAS recordamos con un enorme cariño al padre, esposo, amigo, pero sobre todo al luchador que, con su especial forma de entender la lucha libre, nos dejó un vacío con su ausencia.