A 104 años de su nacimiento, Santo sigue siendo el héroe que necesitamos

Un día como hoy, pero de 1917 nació Rodolfo Guzmán Huerta, Santo, la gran leyenda de la lucha libre mexicana

Yo no supe por mucho tiempo ―y de hecho, tampoco me importaba―que Santo no fue desde un principio Santo; que se llamaba Rodolfo Guzmán o que no fue siempre un gran técnico y un héroe nacional. Pero lo que sí sabía, es que por mucho tiempo ―y eso sí que me importaba―es que Santo estaría conmigo cada mañana de sábado, tempranito. No importaba su origen, no importaba su historia. Sólo importaba que él estaba ahí, enfrente de mí, en mi televisión. Estaba AHÍ… Y éramos entonces sólo él, yo, y mi taza de café.

Santo

Y claro, todo lo que Él me traía.

►Porque son pocos los hombres que, como Santo, traen con su aparición una promesa

Una promesa de luchar contra todo lo que venga del Reino del Mal: zombis, brujas, espectros, monstruos clásicos (como Drácula y el Hombre Lobo) y vampiresas (mis favoritas) sin olvidar a las momias de Guanajuato y La Llorona (y cabe hacer notar que, como si la lucha contra el mal en sí, no fuera suficiente; al enfrentarse a estos dos últimos personajes, nos educa mostrándonos parte de la cultura mexicana).

Y más, no sólo contra lo de ahí, pues no sólo contra los seres fantásticos el caballero de la plateada “armadura”; el defensor platónico por excelencia, entabla cruentas batallas, sino también con lo más bajo, lo más nefasto, indeseable y retorcido del planeta Tierra: con los criminales de carne y hueso (¡asquerosas sabandijas!) que van desde hombres infernales, reyes del crimen, estranguladores, cerebros diabólicos, pasando por secuestradores, científicos locos, capos, profanadores de tumbas; y terminando con aquella escoria humana que se me haya pasado enlistar.

Muchas veces, por las mañanas cuando veo las noticias, me pregunto: ¿No podría Santo, nuestro invicto paladín, nuestro sustentador del bien, venir y ponerle fin a mucho —o aunque sea a algo—de lo malo que vivimos en nuestro día a día? Luego pienso: porque si así fuera, pudiéramos hacer Santo contra los narcos;Santo contra los políticos corruptos.

Una promesa de luchar a puño limpio o, más específicamente, A LLAVEO LIMPIO —como deberían luchar todos los que se precien de ser verdaderos hombres—según queda demostrado en todas y cada una de sus películas. Con candados, yeguas voladoras, patadas a la Filomena, topes atómicos, y rematando siempre con su inmortal «de a caballo», Santo vencía a quien fuera o lo que fuera, de éste o de otro mundo (porque no hay que olvidar, que marcianos no nos faltaron en la filmografía “santológica”).

Llaveo y más llaveo, lucha y más lucha, fuera y dentro del ring, porque además de todo con lo que lidiaba, aún tenía tiempo de ir a la arena a deleitar al respetable, que enardecido, entregado, irredento de su persona, acudía puntual a verlo.

Despedida de Santo
Hijo del Santo coloca a su padre un cinturón mandado a hacer como un presente especial (12 de septiembre de 1982).

Una promesa, y un cumplimiento, ¡cómo no!, de utilizar además de lo precedente, su aguda inteligencia, su sagacidad; su buen juicio y estrategia (pues muchas veces se rodeó de grandes, listos y nobles colaboradores), enalteciendo con ello los más altos valores: el  Bien, la Justicia y la Verdad.

Pero además, y sobre todo, me traía una enorme fantasía romántica, porque a excepción de aquella película del Hacha Diabólica, en ninguna se involucra sentimentalmente con una mujer hermosa; o hermosa y buena; o hermosa y mala; o hermosa y fatal: Absolutamente con ninguna.

Él estaba ahí. Un hombre detrás de la máscara de plata estaba ahí. Siempre dispuesto a dar la vida en aras de preservar la de cualquier bella damisela en peligro (y la del prójimo, en general, si queremos ser más precisos). Él estaba ahí, con su estatura promedio, su pecho expandido y sus piernas algo delgadas; con sus pies enfundados en botas también en plata y su capa de héroe eternamente anónimo, rodeado de bellezas, y sin embargo, ecuánime. Un quijote sin Dulcinea. Un irresistible, pero inalcanzable caballero. Una luz solitaria.

Y yo también estaba ahí, frente a él, ―con él y sin él; viviendo y sufriendo; amando y luchando― con mi inseparable taza de café.

LA LUCHA SIGUE...
Suscríbete para recibir un resumen diario de las últimas noticias.
icon