‘Rocky III’, la película que impulsó el nacimiento de WrestleMania

Un servidor suele estar en contra de ciertos análisis que conceden el mérito de un logro colectivo a una sola persona. Les pongo un ejemplo reciente resumido en titular: «Cristiano Ronaldo tumba al Atlético de Madrid en cuartos de final de la Champions League». O también de carácter histórico, véase: «Hace 60 años, Elvis Presley inventó el Rock and Roll».

Por eso quiero que me disculpen si el siguiente artículo destila ademanes similares en su título. Así, a continuación intentaré narrar cómo la película Rocky III propició el nacimiento de WrestleMania.

WWE

9 de agosto de 1980, Shea Stadium de New York. La rivalidad André el GiganteHulk Hogan daba sus primeros pasos dentro de WWF. Aunque el «Hulkster» aún no lucía por entonces como la gran horma del zapato del francés. Así, cayó derrotado bajo un recinto atestado con 36 mil almas que, en buena parte, habían acudido para ver a Bruno Sammartino, el estelarista de la noche.

Pero la buena actuación de Hogan no pasó desapercibida para el público, que valoró sus esfuerzos. Ni para uno de esos asistentes: Sylvester Stallone.

El ya por entonces famoso actor había estrenado las dos primeras entregas de la saga Rocky. Ambas con gran éxito de crítica y taquilla. Lo que en consecuencia, hizo que Stallone aplicase el dicho popular de «no hay dos sin tres». Y con bastante mayor presupuesto que sus predecesoras, mostrando unos ademanes hollywoodienses que acabarían por degenerar la serie, «Sly» pensó en Hogan para uno de los papeles de la cinta.

Concretamente, para que interpretase a Thunderlips, un luchador que enfrentaría a Rocky en una suerte de recreación del choque que disputaron Muhamad Ali y Antonio Inoki en 1976. Secuencia sin mucho aporte argumental al filme realmente. Sólo quizás por un avance del problema cardiaco de Mickey, entrenador de Balboa.

En ella, «El Potro Italiano», por supuesto, acaba venciendo al rudísimo coloso, luego de tomarlo en peso y lanzarlo por encima de la tercera cuerda. Victoria moral, claro. Ya que la contienda acaba sin resultado debido a la trifulca que el villano genera (con golpazo a Paulie, cuñado de Rocky, incluido).

Puede culparse a Stallone de hacer caja gracias a una primera entrega de calidad indiscutible, y que verdaderamente no necesitaba secuela alguna. Pero nadie puede negar que su visión comercial resulta admirable.

Y la tuvo igualmente con Mr. T para el papel de superretador pugilístico, también supervillano en este caso. Un hasta entonces extravagante guardaespaldas de cuyo carisma tuvo constancia Stallone durante el programa Games People Play, un curioso «reality» deportivo.

United Artists

Con todos esos ingredientes, la cinta fue un éxito de taquilla en 1982, con cerca de 270 millones dólares recaudados. Y el estatus de Hogan subió como la espuma, lógicamente. Aunque ya era un gladiador muy popular, esos 8 minutos de gloria fílmica fueron el mayor empuje de toda su carrera. Hogan pasó a ser conocido por el gran público.

Tengan en cuenta que cuando «The Inmortal» combatió por primera vez en México, fue promovido como «el luchador de ‘Rocky III'». Un ejemplo del poso en el imaginario colectivo que dejó el filme.

Sin embargo, precisamente Rocky III provocó que tuviera que marchar de WWF. Todo, ante la negativa de Vince McMahon Sr. a que participase en el proyecto. Quién sabe si el auge del «wrestling» en EEUU hubiera sido tal sin aquel acto de rebeldía. Porque ese mismo año 82, Vince McMahon Jr. compró la compañía de su padre.

¿Cuál fue la primera idea del sucesor? Recontratar a Hogan y convertirlo en su chico franquicia. Apuesta ganadora: tras apenas dos años, emulando el buen manejo que tuvo en AWA y NJPW, la «Hulkamania» ya era un fenómeno de masas.

Y quedaba un último paso para convertir a WWF en la promoción número uno de los Estados Unidos, y pronto de todo el mundo. Este auge del wrestling (también deudor, previamente, de la mediática rivalidad entre Jerry Lawler y Andy Kaufman) debía plasmarse en un megaevento. Y un nombre pegadizo para el mismo, imprescindible.

Pese a rumores de que se pensó en «The Colossal Tussle» como nombre, o a la supuesta inspiración en la «Beatlemania» de los 60 (según Howard Finkel), el movimiento no pudo ser más evidente: cambiar «Hulk» por «Wrestle».

Un PPV que giró en buena parte sobre el eje de la historia, originada en la MTV, entre la cantante Cyndi Lauper y The Fabulous Moolah. De ahí mi inciso inicial. Sin este punto, probablemente WM no se hubiera concretado.

Aunque, ¿quién ocupó el estelar de aquella noche del 31 de marzo del 85? Pregunta retórica: Hogan y Mr. T. Lauper contaba con el factor «pop» en pos de atracción para el público casual. Pero en la figura de Hogan ya había mucho «pop». Obviando que T ya era un actor tremendamente popular gracias a The A-Team. O más bien, habría que decir gracias a Rocky III. Al igual que para Hogan, este largometraje marcó un punto de inflexión en su carrera, abriéndole las puertas a su fichaje por la serie.

Ann Clifford

34 años después, ambas sagas, Rocky y WrestleMania, continúan en la brecha. Generando millones de dólares y llegando cada día a mayor cantidad de personas. Consiguieron sobrevivir a los 80 y extender su legado más allá de esa fagocitante década.

No obstante, sin el espaldarazo de la pantalla grande, tal vez el espectáculo en vivo de «la Vitrina de los Inmortales» nunca hubiese llegado a ser historia viva del siglo XX. Creo que ya es hora de que WWE haga «Hall of Famer» a Stallone.

LA LUCHA SIGUE...
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