Aquellas declaraciones de Jon Moxley previas a Full Gear 2024, si bien en teoría dentro del personaje, son una verdad rotunda: AEW necesita estar a la altura de la confianza depositada hacia ella por parte de Warner Bros. Discovery, que apostó por una renovación al alza que permitirá que la promotora acabe resultando redituable.
Para ello, no hay vuelta de hoja, sus índices de audiencia deben dejar de caer como cayeron en 2024, pues si la dinámica negativa continúa, para octubre de 2027, fecha del fin de su actual acuerdo con WBD, tal vez el «mass media» decida no renovarlo. Seguramente AEW recibiría ofertas de otras televisoras, pero parece improbable que encontrara otra plataforma tan mediática.
Así, el estreno de Dynamite en Max este pasado miércoles se antojaba cita idónea de cara a que el producto mostrase sus mejores galas y armara un cartel digno de PPV, como ha hecho en numerosas ocasiones para episodios menos relevantes. Y finalmente, AEW decidió ofrecer algo nada extraordinario.
► La irrepetible primera impresión
El único momento medianamente notorio que albergó la première de Dynamite en Max fue el sangriento ataque de Ricochet a Swerve Strickland. Pero si obviamos dicho punto, la velada careció de un gran catalizador dramático, debut o incluso anuncio, como suele ocurrir durante las ediciones memorables de Dynamite. Y no, Jeff Jarrett revelando su intención de ganar el Campeonato Mundial AEW con 57 años no puede considerarse un gran momento…
Sin embargo, el factor que hizo vulgar a este capítulo fue su nivel entre las doce cuerdas. La lucha de apertura y la estelar fueron entretenidas, e igualmente la Triple Amenaza ganada por Jay White, y aunque no todos los episodios memorables de Dynamite han albergado un combate de cinco estrellas, se echó de menos alguno de ellos.
AEW optó por abrir Dynamite con «Hangman» Page vs. Orange Cassidy, quienes conjugaron un duelo correcto, bastante lejos del máximo potencial de ambos. Imaginen, a cambio, que se hubiera optado por programar como «opener» la final del Continental Classic con Kazuchika Okada y Will Ospreay, dejando sólo las semifinales para Worlds End 2024. Habría AEW iniciado etapa en Max mostrando su principal valor: el factor «in-ring».
Y ahora quiero recordar unas palabras de Dave Meltzer recogidas aquí el pasado noviembre, a tenor de los preocupante resultados de audiencia de la casa Élite durante los últimos meses.
«Las buenas luchas no salvarán a AEW. Necesitan con urgencia cambiar cómo se promocionan y hacer una renovación de sus relaciones públicas o podrían convertirse en una WCW de principios de los 90».
Expuse entonces que sería contraproducente para AEW dejar de lado los grandes combates y virar hacia el «entertainment» (hablando en términos populares para los seguidores). Afortunadamente, la celebración del Continental Classic evidenció que ese alejamiento del «pro-wrestling» (hablando otra vez en términos populares para los seguidores) era sólo un rumor, y no parece vaya a darse en un futuro próximo. Ergo, ¿por qué no haber acallado tales especulaciones también esta semana, con un Dynamite donde AEW hiciera bandera del «Where The Best Wrestle» y curiosos en Max pudieran comprobar que supone un eslogan nada gratuito?
Es fantástica la secuencia final de como Kazuchika Okada derrota a WIll Ospreay para ganar el Continental Classic.#AEWWorldsEnd pic.twitter.com/DFrSkoTjVP
— AEW Argentina 🇦🇷 (@AEW_Argentina) December 29, 2024
Creer que las buenas luchas no son manera válida de agenciarse nuevos seguidores constituye una de las mayores falacias actuales, como de costumbre impulsada por la mentalidad «WWE-centrista». En una época donde el imperio de la imagen imbuye cada día nuestras vidas, un encuentro como el mencionado Okada vs. Ospreay apela al primigenio atractivo de la lucha libre, constituye probablemente la mejor manera de «engagement», simple y directa, en pos de atraer audiencia joven (principal franja demográfica que AEW necesita recuperar) sin necesidad de complicadas historias de por medio.
Antes de la «Max Era», tal vez los encuentros «5 Star» no fueran la mejor receta para hacer crecer la audiencia, ya que AEW, a lo largo de un lustro, ya había establecido su base de fieles (pese a la pérdida de algunos, no tan fieles, por la candencia actual de WWE), buena parte de estos entusiastas per se del factor «in-ring». Pero el miércoles, AEW tenía en su mano, mediante luchas descollantes, ganarse la atención de todo un universo de suscriptores de Max y convertirlos, cuanto menos, en potenciales espectadores casuales. Y la empresa desperdició tamaña cita. Como dijo Coco Chanel, no hay segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.