La extraña ausencia de Sable Rojo.

Sable Rojo fue un rudo de polendas, de esos que ya no hay, desquiciante para la fanaticada, atemorizante para sus rivales, dominador de las dos escuelas, pues lo mismo hacía sangrar a sus oponentes con malas artes que a la hora de enfrentar las contiendas titulares sacaba la técnica y el buen llaveo para ser dominador de la escena.
Sable Rojo ocupó turnos estelares en la ya desaparecida Arena Morelos, de Morelia y además de codearse con varias estrellas de la lucha libre a nivel nacional durante los ochenta y principios de los noventa en giras que abarcaron todo el estado de Michoacán y algunas partes de Guanajuato. Siempre dejando ese sabor agridulce entre los presentes, ese que siempre dejan los rudos cuando lo son de verdad, cuando se muestran superiores y dignos de reconocimiento pero, ¿cómo se le va a reconocer a un rudo?
Sus encuentros fueron memorables para los que los vimos, ya fuera con luchas violentas donde masacraba a gladiadores oponentes o con choques de tú a tú con los mejores técnicos. Entre sus logros está la conquista el Campeonato de Peso Welter y Medio de Estado del Michoacán, además del de Parejas de Morelia al lado de otro rufián desalmado: Cara Dura. En luchas de apuestas se fue invicto al conquistar tres cabelleras (Gran Celestino y Magisterio en dos ocasiones) y dos máscaras como lo fueron la de Dracón y El Científico, participó también en un cuadrangular que dejó honda huella: Black Shadow Jr., Arhgo, Obituary y él se disputaron en relevos increíbles con final suicida las incógnitas. Aquella noche en el antiguo Palenque de la Feria de Morelia, Sable se vio soberbio y magnánimo acompañando a Shadow, venciendo y condenando a la hoguera de las pasiones a Arhgo y Obituary, a la postre éste último terminó con la cara al aire presa de Ahrgo. Sin embargo, de la noche a la mañana desapareció de los cuadriláteros sin dejar rastro de su andar.

Sable Rojo, inmortal rudo michoacano.
Sable Rojo, inmortal rudo michoacano.

Se tuvo que preguntar a varios luchadores locales por él, para saber qué había pasado, el porqué de su retiro. Buscar entre sus viejos compañeros y rivales, investigar por la identidad del férreo rufián que se negaba a ser develada. No fue fácil dar con su paradero, pero después de varias pistas se le pudo localizar en Apatzingán. Un hombre alto, de complexión más robusta de lo que yo recordaba; con el pelo ya cano, pero en plena madurez, pasando apenas los 40 años; ingeniero civil de profesión y dedicado a su familia. Al presentarme y darle la razón de mi estancia ahí, decirle lo importante que había sido en la lucha libre local y la necesidad de sacar su recuerdo a flote; de saber los motivos de su ausencia. Sus ojos se llenaron de nostalgia y recuerdos, dibujándole una sonrisa en su fas. De trato serio, pero alegre en el semblante hizo una gran pausa antes de articular palabra, dándome una palmada en el hombro me dijo: “No amigo, ese por quién pregunta, ese tal Sable Rojo, ya murió” y sin decir más se alejó.

LA LUCHA SIGUE...
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