Don Rafael Olivera Figueroa «El Árbitro» fue uno de los cronistas de lucha libre más conocidos en el medio. Destacó por su estilo elegante con tintes literarios, pues, ante todo, era un escritor. Se diferenciaba así de otros cronistas contemporáneos, como don Fernando Gómez Arias y don Leopoldo Meraz (fundadores de Box y Lucha y de SÚPER LUCHAS), que narraban los hechos de manera más concreta.
► La historia de Rafael Olivera Figueroa «El Árbitro»
Originario de Pachuca, Hidalgo, nació el martes 19 de marzo de 1929, y fue en esa ciudad donde hizo sus pininos como cronista en 1940, escribiendo los textos para los programas de mano de las funciones que en la Arena Afición organizaba don Francisco Flores. Quien lo recomendó fue su hermano, Juan Manuel Olivera, que ya trabajaba para el señor Flores como anunciador.
Posteriormente, comenzó a escribir las reseñas en los diarios El Sol de Pachuca y El Hidalgo Deportivo. Además, practicó brevemente el deporte de los costalazos en 1946. Su nombre de guerra era el de Gorila Olivera.
Aunque se alejó un poco del mundo del ring debido a sus estudios de medicina, la magia de la lucha libre profesional lo mantuvo cautivo. Porque es precisamente magia lo que veía en esta actividad. La percibía no en la contienda deportiva, sino en el trasfondo. Sintió pasión por el misterio de los personajes, las historias que concebían los programadores a fin de enganchar a los aficionados —un recurso heredado de los viejos carnavales del siglo XIX y principios del XX.
Por eso, además de sus crónicas, quiso también hacer lucha libre. Asociado con Chilo Búrguez comenzó a promover. Primero en Pachuca, después en Texcoco. Y en Texcoco hizo época en la Astropista, donde dio rienda suelta a su fértil imaginación. En cierta manera, su trabajo en la creación de personajes en esa arena (que él llamaba “laboratorio de experimentación”) era similar a lo que en Argentina hacía Martín Karadagián, aunque los encuentros conservaban su seriedad.
► Mentor de Antonio Peña
A finales de los setentas conoció a Antonio Peña, sobrino de El Espectro. Luchaba precisamente como Espectro Jr. en las arenas del circuito coliseíno. El doctor Olivera lo convenció de cambiar de personaje, creando el de Kahos, un ser misterioso, similar al Espectro, que obtenía sus poderes de un cráneo sagrado, y que al presentarse dejaba escapar de su capa una parvada de palomas, un guiño a lo que décadas antes hacía Jesús “Murciélago” Velázquez con murciélagos.
Antonio Peña se quedó fascinado con la visión del doctor Olivera, y pronto le interesó más la parte creativa que la luchística. Peña se creó a sí mismo un nuevo personaje: Dalia Negra.
Años más tarde, Peña obtuvo el trabajo de Jefe de Relaciones Públicas en la Empresa Mexicana de Lucha Libre. Lo aprendido con el doctor Olivera se manifestó nuevamente cuando convenció a Francisco Alonso de que lo dejara crear personajes. Uno de los primeros fue para Hecatombe, hechura del doctor Olivera en la Astropista, y que ya había pasado por la Arena Naucalpan antes de llegar a la México.
Peña le cambió el equipo y lo nombró Mágico, pero debido a que ese nombre era usado por un popular luchador regiomontano, decidió rebautizarlo. Para que se hiciera más ruido, el doctor Olivera le sugirió hacer un concurso a través de las nacientes transmisiones televisivas, y aunque el nuevo nombre ya estaba decidido, el supuesto concurso generó un enorme interés en el luchador. Así nació Máscara Sagrada.
► Su faceta como escritor
Y mientras Peña seguía haciendo uso de las enseñanzas de su mentor, éste decidió participar en un concurso de libretos de telenovela. Su texto fue —cómo no—luchístico. La fuerza del amor se llamó esa historia, que ganó el primer lugar y que fue producida por Televisa. En ella, los actores Alfredo Adame y Eduardo Palomo eran los protagonistas y rivales en el ring. Además de la medicina, como el propio Olivera, la lucha era su segunda actividad. Sus personajes eran El Sagrado y El Títere, y los actores se apasionaron tanto con la trama que decidieron entrenar lucha con Solar I y Cuchillo para no ser doblados en las escenas de acción. Palomo, como El Títere, incluso iba a debutar profesionalmente, pero lo evitó Manny Guzmán, el corrupto dirigente del Sindicato Nacional de Luchadores.
El Sagrado y El Títere llegaron a la lucha de cualquier forma, interpretados por Lásser y Pequeño Solín, y posteriormente por muchos otros luchadores.
Durante la década de los noventas, el doctor Olivera siguió redactando su columna semanal en Box y Lucha y escribiendo libros. Entre su obra se encuentran De médico a curandero (1974), Jornada de errores médicos (1978), La rebelión de los ancianos (1988), ¿Enfermera, doctora o santa? (1991), Jornada médica en un velorio (1994)…
…De la nada a la gloria (2004), que narra la historia de su sanatorio, el San Agustín, el cual fundó en 1957 junto con los doctores Rodolfo Bonilla Rebentún, Adran Cravioto Manzano y Armando Alcázar Peña.. Y, por supuesto, su Memorias de la lucha libre. También compuso canciones y poemas, además de que trabajaba en un guión cinematográfico llamado Eutanasia.
A principios de este siglo, colaboró en aspectos creativos en X-LAW, específicamente en el personaje de Caín, de quien escribió su historia en Box y Lucha. Caín era el portador de un campeonato, el Campeonato Árbitro. Su visión para crear estrellas superaba en mucho a la de cualquier programador de la actualidad. Las pláticas que tuve con él en el Sanatorio San Agustín me hicieron ver detalles que los jóvenes «creativos» de las empresas independientes mexicanas ignoran, pues ahora la dinámica es imitar a WWE o a cualquier empresa extranjera.
A pesar de haber cumplido hace poco 91 años, se mantenía al frente del Sanatorio San Agustín, hasta que decidió quedarse en su casa debido a la epidemia de covid-19. No estaba enfermo cuando dejó de existir el día de ayer, y de acuerdo a su familia se fue tranquilo de este plano existencial.
Descanse en paz el doctor Rafael Olivera.