Entrevista con Erwin Veytia, director de Máscara contra cabellera

De Máscara contra cabellera, obra teatral del dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda (1948-2008), ya habíamos escrito en SÚPER LUCHAS, específicamente de la versión del director Erwin Veytia, que en 2014 se presentó en escenarios como el Centro Cultural del Bosque y la Alameda Central, en los 80 años del Palacio de Bellas Artes. Aquí vemos lo publicado en la edición #534:

La obra se presentará el viernes 5 de octubre, en punto de las 19:00 horas, en el teatro «Salvador Novo», del Centro Nacional de las Artes (Avenida Río Churubusco #79, col. Country Club, esquina Calzada de Tlalpan, Coyoacán, CDMX), por única ocasión. La entrada es libre (aforo de 120 lugares aproximadamente).

Erwin Veytia nos habla más sobre la obra y sobre su relación con la lucha libre en esta entrevista.

«Tengo 42 años, nací en la Ciudad de México. Soy actor de profesión, director de escena por elección y fan de la lucha libre desde que tengo 5 años, cuando por primera vez fui al Pavillón Azteca a ver a Atlantis luchar en una preliminar. Todo lo que sé de lucha me lo enseñó mi abuelo, que fue luchador de la época de oro hace mucho tiempo… Yo disfrutaba mucho cuando era su santo en abril y llegaban sus amigos como Joe Silva o el ‘Dientes’ Hernández y platicaban de lucha libre y se burlaban del Santo, del que decían sólo sabía hacer topes, jajajaja».

Su abuelo fue el «General» Joaquín Murrieta, uno de los pioneros de la lucha mexicana.

«Era rudo, patilludo y peso completo. Dicen las ‘leyendas’, ―y por leyendas me refiero a un rumor que escuché en mi niñez o que así entendí― que cuando era muy joven luchó como El Murciélago y después algo pasó con la máscara que terminó en manos del Murciélago Velázquez. Creo que a mi abuelo le dio hepatitis, pero realmente no sé si todo esto es verdad).

«Joaquín Murrieta fue Campeón Nacional de Peso Completo. Le quitó el título a Firpo Segura (en 1954). Con él se agarró bastante, recuerdo que le partió una silla en la cabeza en Cuernavaca. En esa época no había muchos pesos completos aquí, entonces terminaba luchando con la mayoría de los extranjeros que venían.

«La otra vez vi en el Museo del Juguete un programa de 1948 donde estaba su nombre y creo que en ese cartel luchó contra un alemán que se llamaba Gus Wisbar. Aprendió en la academia de policía de aquel entonces y con su primo hermano que también se dedicó a esto de la lucha. A él lo vi en una lucha de esas que televisaron hace mucho de blanco y negro contra Dorrel Dixon, en la Arena Monterrey».

―Es un paso natural para muchos hijos y nietos de luchadores, ser también luchadores. ¿Por qué tú no?

―A lo mejor porque ninguno de mis tíos se dedicó a eso, sólo los primos de mi abuelo; a mí sólo me enseñaba los fines de semana. Sin embargo, creo que estoy en una carrera que es similar. Digo, no es deportivo pero hay algo de entretenimiento en el sentido en que hay un manejo del público, una historia.

«Creo que mi abuelo entendió temprano que la lucha deja muchas secuelas en el cuerpo y alrededor; entonces se retiró temprano, como después de 25 años. Decidió hacer otra cosa y puso su negocio porque sabía que el cuerpo no le iba a aguantar. Además de ser luchador, repartía refresco, y curiosamente quien tiene una nota al respecto en uno de sus escritos de la ciudad es Salvador Novo, porque se conocían. Salvador Novo fue testigo en su boda y en este escrito que leí habla de mi abuelo justamente con su camión de refrescos».

―¿Por qué eres actor y director?

―Supongo que porque no encontré otra cosa que me permitiera hacer lo que hago en el teatro: cosas que empiezan y terminan y vuelven a empezar… para mí pues fue bastante positivo ese aspecto de poder estar en algo así… esa es la versión menos interesante, supongo. La más interesante es ser proactivo a partir del arte en la sociedad.

«Fíjate que es curioso porque yo empecé a estudiar y mi abuelo siempre me miró con respeto en ese sentido. Él no era de los que imponían cosas y de alguna manera estaba orgulloso de que yo me dedicara a esto y se sentía identificado en el sentido donde uno toma la decisión de tener un trabajo poco normal que te lleva a algunos algunos lados, pues, diferentes. Conoció parte del mundo a través de la de lucha y yo empezaba a hacerlo a través de las giras del teatro. Uno de los grandes consejos que me dio fue: ‘Cuando te ofrezcan drogas, tú di que estás medicado'».

―¿Qué era la lucha libre para el Erwin niño y qué es la lucha libre para el Erwin de hoy?

―Pues como niño siempre fue un lugar, una expectativa. La primera vez que fui al Pavillón Azteca con mis hermanos la recuerdo muy bien, fue impactante. Después a los 12 años que volví a pararme en una arena justamente cuando Cien Caras perdió la tapa y lleve a mis amigos… La lucha es un gran deporte… De niño por supuesto que como la mayoría de mis amigos, perdíamos el tiempo y nuestro dinero juntando estampas de álbumes de luchadores y pues así los vas conociendo. También compraba la SÚPER LUCHAS y pues te empapas de todo eso.

«Como adulto, pues ahí hay parte de ese niño que se sigue divirtiendo, que sigue fantaseando sobre la capacidad de los luchadores enmascarados. El adulto pues entiende un poco más lo que es la regla del espectáculo y aparece un poco más crítico en ese sentido; cuando va a las luchas pues ya no cualquiera le llena en el ojo; y no es una cuestión de cartel, es una cuestión de performance por llamarlo de alguna manera, pues eres capaz de observar lo que están haciendo, la relación que tienen con el público, sus herramientas técnicas y te das cuenta de aquellos que están preparados o aquellos que están inflados nada más por una empresa o que quieren hacerlos crecer, pero que en realidad son un mero nombre.

«Pero una cosa no quita la otra; el saber de lucha libre nunca te quita la expectativa de niño de seguir en el ritual cultural de ir a la arena y apoyar a los rudos y que la señora de enfrente mande a chingar a su madre y jugar el juego. Es una obra de teatro ―quizás simple porque no tiene mucha muchas peripecias― pero sí es un un espectáculo que se nutre entre el performance, el luchador y la audiencia y es interactiva. Creo que por eso me gusta cierto tipo de teatro interactivo donde el público tiene algo que decir, tiene algo que hacer. La lucha libre para mí es una de esas cosas que me enseñó a que el público tiene una opinión de las cosas y que ahí es libre de expresar, cosa que en el teatro no pasa».

―¿Quiénes son tus luchadores favoritos y por qué?

―Pues ahora sí que varios de varias generaciones. Por ejemplo… A mí me parece que Chris Benoit, Pegasus Kid, era un gran luchador. Cuando estuvo aquí, las luchas que dio contra el Villano III a mí me parecen muy buenas. No la de la máscara, la de máscara es buena, pero la del Campeonato, a mí me pareció que técnicamente los dos estaban en un nivel muy muy bueno. A mí Benoit me gustó mucho por su capacidad luchística en cuanto a la técnica y también en riesgo y otras cosas. Es de los pocos luchadores que se aventaba en una plancha, no desde la tercera cuerda, sino desde la parte de arriba de la jaula.

«Me encanta Brazo de Plata; no digo que no tenga técnica, pero me parece que lo más valioso en él es la tradición y que entiende fundamentalmente el papel del luchador como intérprete. Cuando ves a toda la Coliseo gritarle que se vaya porque está jugando con ellos, porque le acaba de pegar su hermano y entonces se va a ir al vestidor, entiendes que estás viendo a un luchador talentoso para comprender cuál es su papel en el drama y como al público lo tiene en la mano y podría ser cualquier cosa con él. Eso es lo que no muchos luchadores entienden. Creo que hay muchos luchadores con una gran técnica, como La Máscara, por ejemplo, que a mí me parece un buen luchador pero antipático, porque haga lo que haga no entiende cómo reaccionar ante el público. Son dos polos opuestos de la misma. Una gran técnica y un gran dominio del público no lo tiene cualquiera, no lo entiende cualquiera.

«A veces los chavos luchadores creen que está en el gimnasio el asunto, pero también está en el entrenamiento del performance. Es como un actor… tienes que leer al público, tienes que apoyarte en él, seas rudo o técnico, porque eso es lo que hace que una arena se levante y grité. Creo que una de las principales cosas que un luchador debería de estar tratando de hacer, es no solamente ejecutar bien su lucha, sino mover el espíritu del que lo está observando. Para mí un buen luchador es quien entiende esa relación».

―Si crearas un luchador, ¿Cómo sería él? ¿Cuál sería su nombre, su bando, su llave de cierre?

—Pues quizás desarrollaría la idea del maestro Víctor Hugo Rascón Banda. Este personaje que tiene del poeta maldito, porque a mí me gusta combinar la literatura y la lucha. Sería un luchador atormentado, con máscara, que camina a 10 centímetros arriba del suelo y que podría ser tanto técnico como rudo dependiendo del estado de ánimo; alguien que pudiera ponerse a leer mientras tiene al otro luchador en la lona con una rodilla encima de él para rendirlo mientras le lee una oda de su victoria; creo que ese sería un buen luchador».

―Háblame de Máscara contra cabellera.

―Máscara contra cabellera es una obra que habla de la lucha de la lucha del ring y de la lucha social y haces de esas dos una sola, donde el héroe es un luchador profesional que además está tratando de reunir a los luchadores para tener una mejor palanca en contra de aquellos que tienen o detentan el poder, como los promotores y los medios y todos aquellos que levantan o hunden a los luchadores.

«Es una metáfora de cómo veía el maestro Rascón Banda el país en los años setentas-ochentas, que es cuando fue escrita. La obra tiene mucho de mi abuelo en el sentido de que la mayoría de las referencias que yo conocí en su casa (por ejemplo Sonia López). Hay algo que me pasa cuando voy a la México o a la Coliseo, donde ahí todavía le tocó. Hay una época atrapada ahí que no es la actual, pero tampoco es idéntica a la anterior; los edificios, el corte de las butacas, es como una manera de teletransportarse a un tiempo diferente; tiene mucho de eso el montaje.

«Desde hace más de 5 años hemos tenido la oportunidad de mostrárselo al público; hemos invitado a luchadores profesionales a que fueron nuestros padrinos y no hay mejor reconocimiento para nosotros que al terminar la función ellos se vayan contentos y satisfechos de ver un espectáculo que respeta a la lucha libre y donde dicen: ‘A lo mejor ustedes son amateurs, pero están haciendo todo lo que nosotros hacemos y no tienen miedo’. Verlos reírse con los chistes de luchadores como los que pone el maestro Víctor Hugo Rascón Banda, ya sabes… ‘Una de esas güeras que despluman a los luchadores’, y ver nuestra fila de invitados luchadores llena de güeras, sus parejas con las cuales van a la lucha, mientras ellos se ríen para sus adentros. Ese tipo de cosas son las que nos divierten a nosotros como actores y nos permiten pues llegar a conocerlos un poco más y que ellos conozcan nuestro trabajo».

―¿Ha sido complicado el proceso de los actores para convertirse en luchadores? ¿De quién reciben entrenamiento?

―Sí es un proceso complejo. Los chavos tenían ya una formación de acróbatas por parte de la carrera de actuación del Centro Universitario de Teatro, tenían facilidad ya para hacer cosas físicas en tanto que recibieron instrucción del maestro Raúl Kaluris, pero ese entrenamiento no es suficiente: Tenemos un entrenador en lucha que es el luchador Orión, él es alumno del Doctor Cerebro y trabaja sobre todo en la arena Neza; él ha estado con nosotros desde hace 5 años y todo lo que él nos ha participado pues nos ha funcionado y nos ha servido para la lucha. Ha sido un entrenamiento arduo y constante; quizás no tan constante como el de un luchador profesional, pero sí es un entrenamiento pesado y ha funcionado. Por supuesto que a veces hay cosas que no se controlan, existen los accidentes y entonces el entrenamiento está para reforzar, para evitar que las lesiones aparezcan; la verdad es que sí, sí ha funcionado bastante bien el entrenamiento de Orión.

―¿Quiénes conforman el reparto?

—Aldo Axel García, Abraham Ugalde, Gabriel Martínez, Clementina Guadarrama, Marcela Feregrino, Elena Gore, José Luis Pérez Hernández, Gerson Martínez, Emiliano Yáñez, Félix Terán, Marco Argueta y yo, Erwin Veytia.

Foto: Luis Juvera.
―Háblame sobre Al Rescate Compañía.

―Yo represento a Un Colectivo de Duendes, y junto con Al Rescate, somos los encargados de la producción de la obra. Un colectivo busca hacer del teatro un medio para la educación y sensibilización del público a través de talleres y puestas en escena.Al Rescate es una compañía fundada por Aldo Axel que tiene como leitmotiv el uso del deporte en el teatro.

―Hiciste una adaptación de la obra de Rascón, ¿cómo ves tú a nuestro país? ¿Por qué es por lo que debemos luchar actualmente?

―Sí hicimos una adaptación. El texto nos resultaba un poco caducó en algunos aspectos. El personaje principal, Apolo, está tratando de convencer a los luchadores para hacer un sindicato y entonces tener una mejor posición ante los poderes. Nosotros no sabemos si es políticamente el movimiento que nosotros haríamos, creo que eso es algo un poco más del siglo pasado. Nuestra lucha principalmente pues está en contra de las cosas que hay dentro de nosotros como sociedad que no nos permiten avanzar o tener mejores puntos de apoyo; no solamente creemos que esto sea una cuestión de partidos, creemos que hay algo dentro de nuestro ADN; así como la lucha libre que a veces es muy difícil de ver, donde la culpa está en otro lugar menos en uno mismo. Nuestra lucha es por ser mejores y por nunca abandonarla para hacer de este un mejor país.

Foto: Luis Juvera.

 

―Llevaste la lucha libre al teatro, por decirlo de algún modo, ¿has pensado en llevar el teatro a la lucha libre? ¿Presentar “Máscara contra cabellera” en alguna Arena o local tradicional de lucha libre?

―Desde que montamos la obra he pensado siempre en tener al público cerca y hacia arriba. Uno de mis sueños guajiros siempre ha sido presentarla en la Coliseo; creo que es un muy buen espacio dadas las condiciones de cercanía y de amplitud hacia arriba, es un gran, gran espacio. He tenido en la cabeza hacer algo con luchadores en ese sentido; digo, los luchadores no son actores y algunos son limitados en su expresividad; aunque también he visto actuar a algunos luchadores que digo, pues no están tan tan mal, pero tampoco están bien; es como si yo me pongo a luchar… podría hacer algunas cosas básicas pero ciertamente no tengo lo necesario. Algo similar pasa con ellos cuando tratan de actuar. Pero sí, he pensado en hacer teatro en una arena de lucha.

―Se presentaron en un festival en El Cairo, cuéntame sobre esa experiencia.

―Nos invitaron al Vigésimo Cuarto Festival de Teatro Contemporáneo y Experimental de la ciudad del Cairo, en Egipto. Fue una grata experiencia. Como te comentaba, yo como director creo en la opción de adaptar lo que tienes al público y al espacio que sea y entonces nos dimos a la tarea de tratar de incorporar algunos elementos de la historia reciente de los egipcios.

«Es una obra que abre con un desplante sobre gente que está tratando de hacer una barricada en la calle, que está tratando de rebelarse en contra del poder. Así que utilizamos una de las frases que ellos usaron hace algunos años en la primavera árabe, cuándo logran quitarse el yugo del dictador: Shab yurib scot nassam, y que significa ‘el pueblo quiere un cambio’. La incorporamos a nuestro montaje y me parece que fue acertado porque el público no lo esperaba. El público sólo podía leer lo que nosotros estábamos diciendo; así que hablarles en árabe me parece que los colocó dentro del espectáculo, principalmente a los jóvenes; fueron los que estaban más movidos. Quizás no entendieron del todo, pero sí lograron entender de qué se trataba. La lucha es una parte fundamental del montaje y la disfrutaron. También les gustó mucho la canción de Clementina. Creo esas fueron las escenas que más los conectaron con ellos… la madre buscando a su hijo es algo que se alcanza a conocer en cualquier idioma.

―¿En qué estás trabajando ahora? ¿Qué proyectos tienes en puerta?

―Preparo el remontaje de una obra que hice con textos de las obras históricas de Shakespeare y sigo terminando mi maestría en artes escénicas en la Universidad de Sao Paulo.

LA LUCHA SIGUE...
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