El Reo será homenajeado en la Arena López Mateos — Recordamos la historia de este grande de la lucha libre

Luis González Miranda “El Reo” es el arquetipo del luchador surgido del pueblo, pues es producto de una época donde los ídolos de la lucha y el boxeo crecían bajo el cobijo del barrio, sufriendo para alcanzar la fama, misma que, si era gozada, significaba catarsis colectiva, triunfo compartido, inspiración para los más jóvenes. Hoy, ya retirado, con 74 años –cumplirá 75 el 1º de agosto—, El Reo será homenajeado con una magna función en la Arena López Mateos, de Tlalnepantla.

El Reo

Uniéndonos a ese homenaje, republicamos la historia de El Reo —como le fue platicada por el veterano luchador a ISRAEL VELÁZQUEZ, publicada originalmente en SÚPER LUCHAS #429, el 5 de septiembre de 2011—historia que si bien es análoga a la de muchos grandes de la lucha libre mexicana, no deja de ser única.

EL REO

«Bueno, yo tenía aproximadamente once años y estaba en una de las calles de la colonia Anáhuac, cuando pasaron unos señores luchadores. Un chamaco me estaba golpeando y ellos se metieron a separarnos. Me invitaron a que aprendiera a meter las manos y así logré empezar en la lucha libre».

— ¿En dónde comenzó a entrenar y quiénes fueron sus profesores?
— Entrené en Plan Sexenal lo que fue lucha profesional, y en el Politécnico competí a nivel de lucha olímpica y lucha grecorromana, representando al IPN. En los años que estuvieron como presidentes los señores Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, logré algunos encuentros dentro de los gimnasios y luego en distritales. De ahí iba a los nacionales y a los centroamericanos, pero ya no me dejaron seguir con la lucha libre, porque me dijeron que era para gente nociva. Yo sabía que no era así, pero mis padres, en ese tiempo, eran de mucho respeto para nosotros y lo que ellos decían tenía que hacerse. Tuve que dejar de competir para ser mecánico industrial.

— ¿A qué edad debutó y en dónde?
— Mi debut como amateur fue en 1968, en Calimaya. El debut profesional fue en la Arena Celamex, aproximadamente en 1973 o 74. Debuté como luchador profesional en una arena que estaba a cargo de un luchador que se presentaba como Waldi Salkind y que se llamaba Pedro Garduño. Fue mi entrenador como luchador profesional. Mis profesores, como principiante, fueron el Loco Hernández, Tony Chaplin y un entrenador del Politécnico al que le decían El Mago.

— ¿Cuál fue la primera empresa en la que estuvo?
— Fue en Celamex, donde debuté. Luché ahí un tiempo y de ahí brinqué a la Arena López Mateos, donde empecé a luchar profesionalmente.

— Tuvo la oportunidad de llegar a la Arena México…
— Como todos los luchadores de la época en que me tocó, no fue fácil llegar a la Arena México. Tuve que incursionar en diferentes arenas de la república; llegué a luchar muchísimas veces en Veracruz. En Xalapa había un promotor que se llamaba Erankis Fernelli, y ese señor vio algo en mí y empezó a impulsarme junto con mi hermano, El Reo II. Él llevaba luchadores de la Empresa Mexicana de Lucha Libre y los combinaba con gente de Veracruz y otros estados. Fue cuando empezaron a conocerme.

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«Para llegar a la Arena México yo llevaba programas de diferentes entidades y pedí la oportunidad para entrenar, que me vieran, y si era posible, tener la oportunidad de luchar. Me dieron un pase para pasar a entrenar, pero dijeron que tenían que hacerme un examen para que yo pudiera pertenecer al gimnasio. Habíamos cerca de cuarenta luchadores, muchos de los cuales eran estrellas de las arenas chicas, que yo había visto luchar al lado de los consagrados e imponían mucho, pero cuál va siendo mi sorpresa al ver que tenían que hacer examen en la Arena México. Mi preparación física, junto con la de mi hermano, superó la de muchísimos luchadores que en ese tiempo eran de mucho respeto. Fue cuando me di cuenta que realmente, con mi capacidad, condición física y conocimientos, podía lograr mi objetivo.

«Pasé un año entrenando en la México para debutar, mientras que en las arenas chicas ya luchaba con estrellas como El Solitario, El Ángel Blanco y Huracán Ramírez. Era una odisea, pues en los entrenamientos había luchadores buenísimos que se retaban en lucha amateur. Conociendo la lucha amateur se sabe lo que son las caídas, las llaves, cómo quitárselas y cómo lastimar a alguien; si se practica la lucha profesional directamente, todo se confunde, pues las raíces para la profesional son la amateur, y quien no las lleve le va a costar mucho trabajo. Afortunadamente, los luchadores actuales llevan un tipo de lucha muy respetable y admirable. Siento mucho respeto y admiración por esos luchadores de la nueva jornada, pero creo que los de mi época en verdad batallaban para quitarse una llave, y si no sabían cómo, ahí quedaban. Había que preocuparse por conocer lo que era una llave, una arrollada o una derribada. De ahí partían muchas cosas para ser luchador profesional.

«Recuerdo que cuando iba a sacar mi licencia de luchador, no era con la Comisión de Lucha Libre, sino con la Unión de Luchadores, donde estaban los señores Casasola y Bonales. Realmente costaba trabajo sacar una licencia. A lo mejor logré que me la dieran porque ya les había caído gordo, pues iba a cada rato a pasar el examen y no lo conseguía, porque estaban esos señorones. Antes no era necesario pasar la prueba con un aspirante, sino con ellos. Sus conocimientos eran demasiados y era muy difícil pasar el examen. Ahora existen muchísimos luchadores, mientras que en ese tiempo casi puedo asegurar que en toda la república había alrededor de mil profesionales, aproximadamente treinta en cada entidad. Eran muy poquitos luchadores. Ahora existen muchos y no sé a qué se deba, porque realmente la lucha libre no ha cambiado, sigue siendo la misma.

«Siempre me llamó la atención la lucha libre porque es derivación de todas las disciplinas que hay: karate, defensa personal, lucha grecorromana, intercolegial, olímpica, todo eso. Para ser luchador profesional hay que prepararse bien, porque se necesita conocer incluso boxeo para defenderse. La lucha libre, para mí, es uno de los deportes más completos, fuertes y que realmente lo entrenan personas con una preparación física adecuada.

«En 1978 debuté en la Empresa Mexicana de Lucha Libre. El lugar fue la Pista Revolución, mi rival fue Cinta Negra, en una quinta lucha, cuando aún las primeras eran a una caída. Perdí la máscara en 1987 ante Máscara Roja, en la Arena México».

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— ¿Qué diferencia ve entre la lucha de su época y la actual?
— A lo mejor me equivoco un poco, porque ahora estoy dedicado a un gimnasio y tengo una escuela de lucha libre. Me dedico a preparar jóvenes, pero realmente llevo la misma escuela que antes. Vuelvo a repetir que me es admirable lo que hace un luchador de esta época; es muy respetable y yo no podría censurar el medio luchístico de ahora, porque realmente los conocimientos de lucha que tengo son de batalla, y lo que veo ahora es que son muy aéreos; exponen mucho su vida en un vuelo y en cosas que antes se imprimían en un agarre. Es muy diferente y respetable lo que hacen los luchadores de ahora.

«Creo que se está careciendo de personalidad y que los ídolos se están terminando, porque estos se hacían a través del tiempo, de lo que iban batallando y sufriendo. Ahora hay ídolos de un día para otro, ídolos que no puedo decir que sean más que luchadores de paso. Tener la personalidad que tenía antes un Santo, un Blue Demon, un Black Shadow, un Ángel Blanco, un René Guajardo o un Solitario, es difícil. Las empresas carecen de gente que realmente conozca la lucha a profundidad, pues como en cualquier deporte, debe haber buscadores. Recuerdo que la Empresa Mexicana de Lucha Libre tenía al señor Chucho Lomelín, que conocía muchísimo de lucha y era quien descubría a muchos luchadores.

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«Los elementos de esta época usan mucho el fisicoconstructivismo; el luchador de antes, no. Era menos marcado, pero demasiado fuerte, más que los de ahora. Por ejemplo, Daniel Aldana, Firpo Segura o el Murciélago Velázquez. Sus expresiones decían que eran luchadores súper fuertes. Ustedes veían a Dientes Hernández y no se imaginaban la capacidad y fuerza que tenía. A mí me tocó luchar contra Dick Medrano en Monterrey; era un señor al que le decían el ropero, y cuando luché contra él entendí el sobrenombre. Estaba Polo Torres, quien tenía una personalidad recia y era alto, robusto y demasiado fuerte. El Solitario cambiaba sus túnicas porque se le veía el cuerpo marcado, pero Ángel Blanco era muy recio, un luchador muy fuerte que entrenaba igual. No eran tanto por sus movimientos, sino por su lucha a ras de lona».

— ¿Por qué ahora, en las arenas, ya no hay tanta gente como antes?
— No me atrevería a opinar, porque las diferencias que encuentro son muy personales y quisiera conservarlas. Algo que debo decirle a las empresas es que deben preocuparse de que realmente el luchador de hoy tenga la preparación. Por ejemplo, Doctor Wagner: Creo que él no ha volado en ninguno de sus encuentros, todas sus luchas son a ras de lona. Esos son luchadores que duran muchos años, y para mí esos son los mejores. Ésa es la gente que atrae al público, pero para eso uno tiene que ser un mártir de la lucha libre y sufrir mucho para llegar lejos. A Dr. Wagner Jr. le costó mucho trabajo ser de los luchadores que saben batallar y que va a durar muchos años. Los promotores deben preocuparse por ese tipo de personas.

«Actualmente veo en las programaciones de la Empresa Mexicana de la Lucha Libre con qué facilidad sube un luchador a los duelos especiales y semifinales, no digamos los estelares. Antes, pasábamos un año completo antes de debutar en una preliminar. Considero que eso es lo que necesitan todas las empresas: que haya credibilidad y gente verdaderamente conocedora de la lucha libre. La gente que está ahora es nueva y hay que enseñarles. Fui secretario de la Comisión de Box y Lucha Libre y ahí me di cuenta de muchísimas cosas que no se deben hacer, pero se permiten. Para mí eso es lo que está dándole la vuelta completamente a la lucha profesional. Están cayendo en otros errores, y he ahí por qué se está yendo la gente y no acude a las arenas. Se está viendo la falta de interés de la gente, que ahora le exige mucho al luchador, quien hace lo que la gente le pide que haga».

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— Gracias por la entrevista. Finalmente, ¿qué puede decirle a los jóvenes que van empezando en la lucha libre?
— Pienso que se deben abrir escuelas de verdad, no sólo gimnasios, porque de esos hay muchos, pero escuelas de lucha libre hay pocas. La Empresa Mexicana de Lucha Libre y Triple A reciben a los luchadores ya hechos y solamente los preparan en su publicidad y dentro de lo que van necesitando, pero realmente los luchadores que llegan a estas empresas ya van hechos por las escuelas de lucha libre que hay, pues realmente nos preocupamos de que hayan luchadores. En las escuelas de la república nos preocupamos por esos jóvenes. Hay niños de cuatro o cinco años de edad que empiezan a conocer la lucha libre jugando, fortaleciendo sus extremidades y haciendo que trabaje su cuerpo para ser unos buenos atletas. Pienso que los padres de familia debemos preocuparnos de que nuestros hijos sean buenos atletas.

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