Cuando el boxeo no es la respuesta: la historia de Mauricio Rodríguez

Por Gladys Trujillo

Mauricio Rodríguez salió de Cuba a los 21 años para hacer una nueva vida en Estados Unidos. En mayo de 1980 pidió su traslado a la Unión Americana alegando que era homosexual, razón por la cual se mandaron personas de Cuba, a Miami. De Cuba sólo podían salir homosexuales, criminales y «locos».

En esos años, Mauricio Rodríguez mantenía combates amateur como parte de su formación deportiva.

Una vez en Estados Unidos, pensó que su vida mejoraría, que se había librado de la represión cubana. Y vaya, cambió de un yugo a otro.

Ganó el torneo de «Guantes de Oro» organizado en Florida y en abril de 1981, realizó su debut profesional. Ganó por nocáut esa y sus 13 peleas posteriores. Llegó a registrar 42 peleas: 39 victorias, 3 derrotas.

El 12 de septiembre de 1987 ganó el Título de Peso Súper Ligero Continental de las Américas.

Se perfilaba a hacer una de las más grandes historias del boxeo cubano porque su nombre empezaba a retumbar fuerte en el mundo del box, en Estados Unidos, es una época totalmente desfavorable para los cubanos.

Pero el éxito de su boxeo no se reflejaba en el pago de sus enfrentamientos. La desesperación empezaba a reinar en su mente. Eso y que estaba seguro que nunca podría competir por un cinturón mundial absoluto.

Entonces Mauricio Rodríguez encontró un «oficio» alterno. La historia de Mauricio Rodríguez se enfocó en una actividad fuera del ring que además era ilegal.

Y es que el tráfico de drogas le dejaba más dinero que boxear. A finales de la década de 1980 comenzó con las actividades ilegales y se llegó a involucrar en transacciones de producto proveniente de México y Colombia.

Fue la única manera que Rodríguez encontró para realizar otro sueño: reunir dinero para montar un gimnasio de boxeo.

La historia de Mauricio Rodríguez
La vida le dio una prueba, vivió en prisión 22 años y ahora pudo cumplir su sueño, entrenar a boxeadores

-Pensé que era la vía más corta hacia lograr mi sueño de montar un gimnasio y vivir de entrenador (…) En aquellos tiempos había tanta gente pegada a la droga y era tanto el dinero que corría. Yo estaba solo, sin familia. Era un joven que pensaba que nunca iba a ser sorprendido.- comentó Mauricio.

Sin embargo, la DEA (Agencia antidroga estadounidense) dio pronto con él. El 8 de febrero de 1992 fue su última batalla. Perdió ante Amancio Castro por decisión dividida. La última de su carrera y de su vida.

Pocos meses después de eso, fue aprehendido por la policía y fue sentenciado a 22 años de prisión. Tuvo la opción de dar información a la DEA para dar con los grandes nombres relacionados con el trasiego de drogas, pero se negó a cooperar, a pesar de que su sentencia pudo reducirse a 5 años.

-Yo les dije que no, que era un hombre y no delataría a nadie. En este país, si no cooperas, cumples. Y yo cumplí hasta el último día por no convertirme en chivato.

Ahora, con 52 años y en la condición de «ex convicto» le es difícil conseguir un empleo. Sin embargo, un viejo conocido Luis DeCubas (promotor de Erislandy Lara) que en aquel tiempo fue su promotor, le ofreció trabajo como entrenador. Curiosamente, 22 años después, se enfila al sueño que intentó alcanzar a través de la droga.

-Quién sabe lo que hubiese sucedido si Mauricio hubiera aguantado un poco más, porque tenía talento para alcanzar algunas cosas (…) Cuando él se enfocaba se convertía en un gran púgil, pero a veces uno se daba cuenta que su mente estaba en otra parte.- mencionó DeCubas.

Con información de elnuevoherald.com

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Periodista. Cronista. Trabajo en Periodismo Transversal, Súper Luchas y Periodismo en Construcción. Narradora y fanática del boxeo.