Aron Stevens en EXCLUSIVA: «A veces sentía que WWE operaba en mi contra»

Tienes los ojos vendados. Estás en un lugar cerrado pero amplio, muy amplio. Puedes jurar que las luces inundan ese inmenso espacio a pesar de estar cegado a tu entorno, y que éstas resplandecen con vehemencia. Pero de lo que no te cabe duda es que alrededor tuyo, donde sea que estés, hay miles de personas. Estimar entre unos «mil y pocos» o unos «mil y tantos» es como arrojar una moneda al aire, no tienes idea. Eso sí, son ruidosos, y parecen estar coreando un nombre hasta con el último hilo de voz, tal y como si, al menos por unos segundos, eso a lo que aludieran fuera su única preocupación en este mundo, y cualquier posible problema cotidiano quedara en un segundo, tercer o cuarto plano.

No te vamos a mentir, seremos muy comprensivos si sientes cómo la cuota de intimidación que viene de la mano con esta experiencia se apodera de ti: estar ahí, parado, desamparado, sin saber a qué te estás enfrentando, qué te rodea, puede influir en tus emociones. Naturalmente, quieres averiguar un poco más. Entonces empiezas a tantear el suelo y notas que es liso, sólido, extraño también. El ruido que emite el impacto de tu calzado con él es sumamente familiar, y el corazón se suaviza ante las sospechas que tu cabeza te presenta.

Así como así, sabes que ha llegado el momento. Te quitas la cinta. Todo se esclarece.

La vista es imponente, mas prima una sensación gratificante. Inmediatamente se te erizan los pelos de la nuca al descubrir que estás de pie frente a una quincena, una veintena de miles de personas, y aquello que pisabas, ese suelo tan familiar, es un cuadrilátero de lucha libre. No cualquier cuadrilátero, sin embargo: es el cuadrilátero de la WWE. Pero las sorpresas no acaban acá, porque no tardas en verificar que aquello por lo que esa congregación coreaba es nada más y nada menos que… tú. Cuanta alma está presente es cuanta alma grita tu nombre, señalándote como si viera en ti a un amigo, a un ídolo, o una mezcla de ambas cosas. Eres la persona que probablemente más ovacionarán en toda la noche.

Pero aguarda un segundo, ¿qué es eso que sostienes ahí (sí, ahí), en tu mano derecha? Ah, ¿no te lo habíamos dicho? Eso que estás cargando es el Campeonato Mundial de Parejas, y no tardas en notar que tu nombre figura en la placa. Tú eres su dueño, claro. Das un paso en falso y chocas con un par de bultos dorados. Esos son los Slammy Awards que ganaste. No te molestes demasiado en recogerlos, no es que sean tu más grande logro tampoco… De hecho, si te fijas bien, algo todavía más pesado pende de tu mano izquierda, y es ahí cuando tu periferia te muestra, claramente, el maletín que te convierte en el Señor Dinero en el Banco. Todo tuyo, por cierto.

Es mucha información para asimilar en cuestión de segundos, lo sabemos. Te acostumbrarás. Y mientras oyes al rugido multitudinario e incondicional del público —que incluye algunas críticas por la falta de oportunidades que se te extienden—, no puedes evitar pensar: ¿Qué podría ser mejor que esto? ¿Qué cosa tornaría a este escenario soñado en uno simplemente perfecto? Hay una cosa, a decir verdad. Una sola cosa. El Campeonato Mundial WWE.

Por un segundo buscas en tu vitrina algún indicio de semejante cosecha. Después de todo, se trata del premio más preciado en la industria que amas y a la que dedicaste tu vida. No es para menos. Buscas, buscas y sigues buscando. Nada. Te volteas a un lado, al otro; detrás, delante; pero señales, ninguna. Después de quedarte sin lugares a los que voltear, sin indicios, te dices que «bueno, no es para todos», rendido. Te apena, realmente, porque dentro tuyo tienes la certeza de que tenías con qué para alcanzarlo, y toda esta gente pareciera estar de acuerdo. En fin…

De repente, por puro instinto, alzas la vista hacia las alturas. Allá, bien arriba, sujetado por una cuerda, distingues el Campeonato Mundial de Peso Completo, en su máximo esplendor, con su imponente belleza, reluciendo a la vista del mundo, esperando por ser descolgado. Figúrate que ni siquiera tuviste tiempo para pensar y ya estás colocando la escalera que había debajo del ring en el centro del mismo, dispuesto a convertir la fantasía en realidad tan pronto como te sea físicamente posible. Cercano pero distante, subes peldaño a peldaño con un nerviosismo sin igual. Lo sientes cada vez más tuyo, y es que no hay frutilla de ningún postre que endulce tanto como esa de la que la distancia de unos cortos metros te separa.

Diriges la vista al nivel del ring. No hay moros en la costa. «Esto es más fácil de lo que creía», piensas para tus adentros. Tu rival del momento, que años más tarde se irá de la compañía, revolucionará la industria de la lucha y regresará por todo lo alto bajo el mote «La Pesadilla Americana», no aparece ni aparenta tener intenciones de aparecer. No obstante, si algo te enseñó la experiencia es a no cantar victoria antes de tiempo. Así y todo, antes de que te des cuenta, tras un ascenso sin obstáculos pero sí muy largo, finalmente tienes al oro ahí, frente a ti, a tu misma altura, cara a cara. Lo miras, lo aprecias, lo hueles, lo tocas. Y sin más preámbulos, estiras la mano para hacerlo tuyo…

La escalera cae, y tú con ella. Abres los ojos y estás en el suelo, el Campeonato Mundial ha desaparecido. El clamor de la gente se ha esfumado. El ring de WWE quedó atrás. Lamentamos decírtelo, pero no volverás a pisarlo, no al menos por mucho tiempo. Se oyen ecos de lo que alguna vez fue, pero bien a la distancia, como si una pared invisible dividiera tu realidad con otra paralela. ¿Lo sufres? Por supuesto que lo sufres…

Pero estarás bien. Al fin y al cabo, a eso estás acostumbrado: a levantarte de las caídas, ¿no es así?

Tu nombre es Aron Stevens. Y esta es la primera parte de tu historia.

Cuerdas ring

«A veces sentía que WWE operaba en mi contra»

Cuando hablamos de Aron Stevens, hay dos cosas que nos vienen a la mente: «El Salvador Intelectual de las Masas» Damien Sandow, y Mizdow, el doble de riesgo de The Miz. Cualquiera que haya seguido su carrera estará al tanto de sus grandes conquistas, incluido un Campeonato Mundial de Parejas WWE y el privilegio de ser el Señor Dinero en el Banco edición 2013, tal como recapitulábamos. Pero también es muy fácil caer en la discusión de «lo que podría haber sido» considerando las increíbles reacciones que supo ser y cómo WWE dejó pasar la chance de llevar su popularidad a otro nivel.

Hoy con 40 años, retirado, el exgladiador se sienta a charlar con SÚPER LUCHAS y, para calentar motores, lo retamos a hacer un balance sobre su carrera a cuatro meses del retiro. Una trayectoria redonda, claro está, nada discreta. La incógnita yace en realidad en el hecho de si, en retrospectiva, la sensación de haber perdido el tren que pudo haberlo catapultado a un estatus estelarista en WWE todavía sigue siendo una piedra en su zapato. El hombre no divaga:

«Estoy satisfecho en el sentido de que tengo buena salud, un estilo de vida que me permite buscar otras oportunidades que me gustan, y unos pocos amigos extremadamente cercanos. Al fin y al cabo, la lucha siempre estará en las manos del promotor, el booker o como quieras llamarlo. Lo único que puedo controlar es mi trabajo en el ring y mi habilidad de provocar una reacción en la audiencia».

Y vaya que supo una o dos cosas sobre provocar reacciones en la audiencia. De hecho, experimentó ambos lados del espectro.

Su flexibilidad le permitió hacerse odiar con la misma facilidad con la que más tarde suscitaría el cariño de las masas. Hay quien dice que las comparaciones son odiosas, pero que el fulano en cuestión sepa disculparnos, pues no pudimos contener la curiosidad y nos atrevimos a cuestionarle acerca de qué etapa/personaje le supuso una mayor satisfacción. Una consulta más compleja de lo que muchos podrían suponer inicialmente, puesto que con el primero (Sandow) fue con el que más lejos llegó en términos de posicionamiento en el cartel, mientras que en piel del otro (Mizdow) pudo disfrutar de una popularidad sumamente inusual.

«Mizdow generaba reacciones siendo un técnico, Sandow provocaba reacciones como un rudo. Hay una gran diferencia», nos comenta antes de proseguir: «Si en verdad quieres lograr esas respuestas [como rudo] debes dejar de preocuparte por que la gente te ovacione y centrar tu atención en el hecho de que te odien en la mayor medida posible. Como técnico, lo opuesto. Tuve la suerte de lograr ambas cosas».

img 1 1668392834119

 

Él podrá tener sus dudas al respecto, pero estamos prácticamente seguros de que si dispusiéramos de la oreja de la audiencia, la vasta mayoría se decantaría por la opción B. Al menos si sobre popularidad versara la cosa, sencillamente no habría lugar para el debate.

En 2014, un año bisagra en WWE, sucedieron muchas cosas. Fue el año en que murió la racha del Undertaker en WrestleMania, de la ansiada y demorada consagración de Daniel Bryan, del inesperado debut de Sting tras décadas dando el no; el año de CM Punk diciendo «me voy» de WWE entre controversias, del debut de WWE Network, de The Shield imponiendo su poderío como el tridente del futuro, de una premonitoria despedida del Ultimate Warrior; el mismo año en que Brock Lesnar manipuló como un trapo a John Cena, y el año en que se gestó el fenómeno de Damien Mizdow, un efecto bola-de-nieve-descendiente que, contra todo pronóstico, convirtió a un luchador del montón en la Superestrella mejor recibida cada vez que cruzaba la cortina.

Lo que inició como un acto de comedia cuyo único propósito era dar un plus al personaje de estrella hollywoodense de The Miz a través un «doble de acción» propio, eventualmente acabó por captar la atención de propios y extraños, con un Stevens que eclipsó al propio Miz y que, tras la salida de Punk y el stand-by en la carrera de Bryan fruto de problemas de cuello, se colocó en la puja por la posición de «favorito del público». Todos los lunes, la respuesta del universo de WWE se antojaba cálida como hogar en invierno y, en un abrir y cerrar de ojos, en los hombros del dúo reposaban los Campeonatos de Parejas. Aunque ante todo, primaba el logro de ser una de las principales atracciones en las que el fan pensaba al momento de meter la mano en sus bolsillos para comprar una entrada.

Fueron días de satisfacción y dicha para el barbudo, de viajar de ciudad en ciudad, de país a país, de cruzar continentes y aun así toparse en cada oportunidad con una reacción común: allí donde fuera, cuando no reían por sus hipnotizantes ridiculeces, se pasaban el rato regalándole ovaciones mayúsculas frente a los abucheos masivos hacia su compañero de dinámica. Huelga decir que para un individuo que hasta hacía unos meses debía tocar puertas para que le permitiesen el lujo de unos pocos minutos en televisión, semejantes andanzas lo tenían por las nubes. Y es que, ángulo desde donde se lo viera era ángulo en el que se percibía dinero, y quien no razonara que su porvenir no haría más que ir en ascenso de ahí en adelante simplemente estaba cegado de la realidad…

¿Cómo acabó todo en la nada misma, entonces, si el tren marchaba aceitado y la fragancia olía cual rosas perfumadas en primavera? Ocurrió que en el auge de la historia entre Mizdow y Miz, nuestro protagonista se hartó de soportar las intimidaciones y las constantes muestras de celos de su «superior», llegando el gran día de la separación entre el clamor del público. No hay un pelo de lamentable en ello, no al menos si excluimos el hecho de que la rivalidad acabaría apenas comenzar, con un enfrentamiento único y casi improvisado durante un episodio más de WWE Raw. Allí, los derechos del nombre «Miz» se pusieron en juego. Su portador original salió triunfante, y fue así sin más que Stevens volvió a la penumbra.

El legendario ex luchador Arn Anderson, que entonces fungía como productor en WWE y no había ocasión en que no formarse parte de las reuniones creativas previas a los shows, reveló en su podcast Arn que los altos mandos pusieron un alto al personaje de Mizdow por un simple motivo: estaban cansados de que éste opacara a Miz. Pero el problema distaba de limitarse únicamente a las comparaciones con el autoproclamado «asombroso», de acuerdo a lo que nos revela Stevens:

«Por momentos sí sentí que estaban operando en mi contra y que no querían que mis reacciones incrementaran. Puede también que yo, como talento, no haya tenido vista panorámica y pasara por alto los detalles que ellos veían. Muchas veces ocurre eso, también», enfatizó.

«Muchas veces fui más ovacionado que gran parte del talento que estaba siendo ‘empujado’. En una instancia hasta el mismísimo Vince dijo que no quería que yo saliera a escena porque la gente iba a reaccionar con más intensidad que con los talentos que [WWE] quería empujar. [En esos casos] me preservaban detrás de escena. Así es el negocio. Es lo que es y cuando te dedicas a esto debes estar preparado para lo que sea. Repito: la decepción existe, pero no puedes dejar que te carcoma por dentro. Debes encontrar un punto de paz contigo mismo, o de lo contrario querrás más y más, y será una llama que nunca se apagará».

EL MOMENTO WRESTLEMANIA TRAS EL CUAL «DEBIÓ HABERSE IDO»:

Cuando pedimos permiso para introducirnos en las profundidades de su proceso mental y, en un pedido de sincericidio, le preguntamos si hay algo, cualquier cosa que haya estado a su alcance y que en la actualidad le pese no haber hecho, el ex-Mizdow no lo duda ni un segundo:

«¿Si me arrepiento de algo? Sí»,  sentencia. «Me arrepiento de no haberme ido de WWE después de la WrestleMania en la que Miz y yo tuvimos un cruce en la Batalla Campal».

LA LUCHA SIGUE...
Suscríbete para recibir un resumen diario de las últimas noticias.
icon

2 comentarios en «Aron Stevens en EXCLUSIVA: «A veces sentía que WWE operaba en mi contra»»

Los comentarios están cerrados.