A 25 años del guitarrazo en el épico encuentro de máscaras entre Rayo de Jalisco Jr. y Cien Caras

Cuando dos luchadores tienen igualdad de capacidades y aptitudes, y se enfrentan el choque tiende a ser bueno y genera la atención de la afición, pero cuando ese duelo toca situaciones personales, la rivalidad se vuelve cruenta y difícil de superar para ambos contrincantes.

Tal es el caso de Rayo de Jalisco Jr. y Cien Caras, que dejaron marcada la lucha libre mexicana con su rivalidad épica y encarnizada, recordada por sus sangrientos episodios y su catártico desenlace un día como hoy, pero de hace 25 años.

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El rostro del vencido, Carmelo Reyes, Cien Caras

Ambos tapatíos llegaron a la conquista de la Ciudad de México a finales de los setentas. Con ambición y ganas, de a poco se comenzaron a forjar un nombre, cada uno por su lado, ambos más altos del promedio del luchador nacional, ambos de figura trabajada, pesos completos naturales, técnicos por definición, alumnos del maestro de maestros, Cuauhtémoc “Diablo” Velasco, y con la vida por delante para conquistar el mundo, no era raro verlos alternar juntos y dominar a gladiadores como Tony Beneto, Pirata Morgan, MS1 y tantos más.

Ciencarasini

¿Orgullo? ¿Vanidad? ¿Envidia? Vaya usted a saber que sentimiento atravesó a Cien Caras aquella velada del 23 de marzo de 1984, que el siempre recordado Pedro “El Mago” Septién definió como “la noche de la amnesia”, cuando el de Lagos hacía equipo con su propio hermano, Máscara Año 2000 y el propio Rayo enfrentando a Los Infernales y cuando éste último falló un tope suicida que terminó por impactar en Cien Caras, y lleno de ira se abalanzó sobre el entonces Campeón Nacional de Peso Completo, rompiéndole la máscara y humillándolo públicamente ante los ojos incrédulos de toda la afición, que veían pasmados una rudeza inusitada en aquel al que habían considerado favorito. La sorpresa se extendió hasta el propio hermano de Cien Caras, Máscara Año 2000, recriminó a su hermano por la golpiza al Rayo, su amigo, su compañero, su paisano, casi uno más de ellos… Cien Caras anticipó el apodo que le vendría después y explotó cual dinamita y extendió la golpiza al propio Máscara Año 2000. El pique estaba en marcha, la siguiente semana, el 30, la misma Arena México veía como Cien Caras pasaba por encima de su nuevo, pero a la vez muy conocido enemigo, conquistando el Campeonato Nacional de Peso Completo.

Las luchas encarnizadas continuaron dándose, cada vez más salvajes, sumando de a poco, o a veces de a mucho, rencor, haciendo que esa pequeña bolita de nieve de marzo de 1984 se tornara en una tremenda avalancha hacía mediados de 1990, una avalancha que aunque parcialmente, también polarizaba a la afición, quien de a poco comenzaron a arremolinarse ante el gran rudo, rindiéndole pleitesía a Cien Caras, y a sus hermanos que con el tiempo hicieron causa común con el de su sangre demostrando que esa vena ruda sí estaba en sus venas y que era cuestión de tiempo para que explotara. Los Hermanos Dinamita no sólo eran el “coco” del Rayo, sino de todo el elenco de la todavía Empresa Mexicana de Lucha Libre. Sin embargo para mediados de 1990, como comentamos, ya no había vuelta de hoja, todas las luchas entre Cien Caras y el Rayo terminaban con tintes rojos, muy rojos, la sangre corría y sólo había una forma de detenerla: un encuentro del todo por el todo, donde no hubiera vuelta de hoja, donde no hubiera marcha atrás, un duelo de honor y orgullo, una apuesta infranqueable: “tu máscara contra la mía”.

Rayo de Jalisco Jr. y Rayo de Jalisco atacan sin piedad a Cien Caras

La lucha se pactó para conmemorar el 57º Aniversario de que don Salvador Lutteroth apostó por su empresa luchística, exactamente para el día 21 de septiembre. Desde mucho tiempo antes la venta de boletos se terminó, con reventa, claro, aunque está no era tan descarada como hoy en día. Con sobrecupo, dicho sea de paso, y haciendo que una barda de apoyo colapsara por el impresionante lleno, sin mas daños que los materiales y la anécdota para recordar. Llena y pletórica, con más cupo que el actual pues entonces las primeras filas no estaban separadas del público por esa fea valla, ni la pasarela le quitaba la visión a las gradas ni a los palcos, como hoy sucede.

lleno total

Entonces los luchadores ingresaban, los unos por el pasillo de los técnicos, los otros por el pasillo de los rudos, por este oscuro camino enfiló Cien Caras para su encuentro con el destino, ya en el ring había un mariachi, pero no para darle la bienvenida a él, sino a su rival, como si él no mereciera que un mariachi lo recibiera, como si él no fuera tapatío, como si por sus venas no corriera sangre caliente, sangre bravía como las de los machos de Lagos. La ira se apoderó de él, la furia se desató y cuando los músicos comenzaban a entonar los acordes del Son de la Negra, y el ídolo, el consentido enfilaba hacía al ring acompañado de su padre, recién desenmascarado en Monterrey por otra leyenda como Blue Demon. El consentido subía al ring dejándose querer por la afición, por las notas musicales que enmarcaban su gran noche, o por lo menos eso creía, o por lo menos eso pensaba. Nadie lo vio venir, Cien Caras desarmó a uno de los músicos y con el guitarrón arremetió contra el consentido ante la sorpresa de todos los presentes, el impacto fue ensordecedor y fue acompañado de un “oh” de todos los presentes.

guitarrazo
El célebre «guitarrazo» / Captura de pantalla

Grogui, el Rayo pudo despojarse con auxilio del réferi de su equipo de presentación, mientras un enfurecido Cien Caras pateaba, pisoteaba y por fin levanta a la piltrafa en que se había convertido el Rayo de Jalisco para con un abrazo del oso invertido le sacara una rápida victoria en la primera caída.

primera caida
Abrazo de oso invertido

Rayo Sr. asistió a su vástago, lo asesoró, le pidió que no se desesperara, que continuará con el plan de lucha que llevaba planeado, que no buscara hacer cosas que no supiera, que luchara limpio. Los consejos cayeron en el Junior que los siguió, y tras lograr tomar aire pudo aprovechar una equivocación de Cien Caras y mandarlo a la lona para posteriormente aplicar la vertiginosa serie de topes al corazón para después dejarle las espaldas planas por tres segundos y empatar las acciones.

Cien caras vs. Rayo de jal

La tercera caída mostró las cosas más niveladas, por varios minutos el dominio se inclinaba hacía el de Lagos de Moreno, pero después el de Guadalajara remontaba. Cien Caras parecía llevarse la lucha cuando después de regresar de un tope del Rayo lo pescó en cavernaria, sin embargo agónicamente Rayo evitó rendirse. Cien contratacó con un intento de azotón, pero Rayo aprovechó un segundo para llevárselo en toque de espaldas, el réferi Gran Davis contó los tres segundos más largos de la historia de la Catedral de la lucha libre, pero su fallo fue definitivo e irrevocable, ante la algarabía generalizada Rayo de Jalisco Jr. conquistaba el triunfo más grande de su carrera: la máscara del que alguna vez fue su compañero de equipo, del que alguna vez fuera su amigo, del que ahora todos sabíamos que se llamaba Carmelo Reyes, el mismo que todavía escribió muchas más páginas gloriosas en la historia interminable de nuestra lucha mexicana.

El indiscutible ganador / Captura de pantalla
El indiscutible ganador / Captura de pantalla

 

 

Rayo de Jalisco con la máscaras conquistadas, al centro la tapa de Carmelo Reyes, Cien Caras.
LA LUCHA SIGUE...
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